Tomàs Vibot posa con su nuevo libro. | P. Pellicer

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En la época talayótica, la cocina estaba en la parte central del poblado. Solo hay que visitar los restos arqueológicos de Es Turassot, en Costitx, para confirmarlo. Y hasta el boom turístico y los cambios de modelo económico y social que se generaron en Mallorca, la cocina era el corazón de las casas. En ese espacio no solo se cocinaba, también era un lugar de conversaciones, de reuniones... era el alma del hogar. Para poner este habitáculo en valor, el escritor, investigador y promotor cultural mallorquín Tomàs Vibot (1973) ha publicado La cuina tradicional mallorquina: l’ànima de la llar (El Gall Editor, 2023), un libro que no es un recetario gastronómico; en sus páginas no encontraremos ingredientes ni platos típicos.

Lo que sí podremos leer es la historia de enseres y utensilios tradicionales de Mallorca, así como la evolución de las cocinas que, como en todo el país, fueron el alma de los hogares hasta convertirse en lo que es hoy en día, un lugar de paso entre la puerta de entrada y el salón donde sentarse a cenar viendo la tele.

Imagen de la ‘cuina dels senyors’ de sa Granja de Esporles.

Evolución

«La cultura mallorquina es muy rica en enseres y recipientes propios para cocinar; por eso se hacía necesario abordar en un volumen su historia y evolución, hoy en día solo se puede conocer visitando un museo», argumenta Tomàs Vibot, autor del libro. «La finalidad de esta publicación no es otra que poner de relieve la importancia de la cocina dentro del espacio doméstico, su peso histórico y antropológico, y la austera riqueza de la cultura material que atesoraba. Un estudio de aquello que fue y ha sido el epicentro de una casa», agrega.

Entre las curiosidades que encontramos, el libro habla de la casa medieval mallorquina en la que, al igual que en la casa musulmana antes de la llegada del rey Jaume I, algunas cocinas rurales se situaban en el exterior del edificio, adosadas al muro principal. Es decir, no estaban dentro de la casa si no bajo un porche, en el exterior. Se cocinaba y luego se comía (en invierno) en el interior de la casa. Este modelo desaparecerá después y la cocina se incorporará al interior, generalmente en la parte izquierda del portal principal.

A partir del siglo XVI y sobre todo en el XVII y XVIII, con el aumento de volumen de las casas, la cocina se sitúa en la parte posterior, pasado el arco de paso. Para controlar la puerta, se practicaba un agujero a modo de ventanuco para poder ver la entrada desde la misma cocina.

Las casas señoriales

Las casas señoriales o las possessions son un buen ejemplo de la evolución de estos habitáculos. En algunas llegó a haber hasta tres cocinas: la cuina dels senyors, que llegaban a contener todas las novedades posibles que llegaban del exterior; la cocina de l’amo i la madona en la planta baja; así como una más, para el resto del servicio o los jornaleros.

Detalle de la cocina de Can Alomar, en Muro.

La contemporaneidad ha hecho que muchas cocinas tradicionales desaparecieran, no solo en cuanto a estructura y partes fijas sino también en cuanto a objetos de toda la vida. Pero el cambio más trascendental ha sido que la cocina, como espacio familiar, se ha visto sustituida por la salita, el dormitorio o cualquier otra habitación de la vivienda, especialmente si tiene un televisor, ordenador u otros aparatos digitales.