Juan Sánchez Vidal posa con maquetas de avión de Air Europa. | Tolo Ramon

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Hay asuntos, por pequeñeces que sean, que marcan y dan en la diana al alma. Y personas capaces de dedicar desmedido tiempo y empeño en la que se torna su particular obsesión, hasta convertirse en expertos eruditos de su pasión. Es el caso de Juan Sánchez (1958, Marratxí) y su fijación por la aviación. Ha trabajado durante 47 años en el Aeropuerto de Palma, su segundo hogar, y guarda una colección de 1.358 maquetas de aviones, que este año cumple medio siglo de vida.

«Siempre me han llamado la atención los aviones. Aún hoy me impresiona que algo tan pesado consiga volar con tantas personas a bordo», confiesa el marratxiner. Ya desde pequeño contemplaba anonadado cómo despegaban las avionetas desde Son Bonet. El verano de 1973, con quince años, consiguió su primer trabajo, de becario en las oficinas de la aerolínea Spantax del aeropuerto. Desde el primer día llamó su atención la maqueta de la mítica aeronave Coronado allí expuesta y durante la visita del presidente de la compañía, Rodolfo Bay Wright, se envalentonó a pedírsela al mismísimo director en persona. La sorpresa fue su respuesta positiva. Esa fue la primera de las 1.358 maquetas que hoy atesora.

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Juan Sánchez junto con las maquetas expuestas antes del control de seguridad del Aeropuerto de Palma. Foto: P. Bota.

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En los primeros albores de la colección, Palma era sede de numerosas compañías aéreas, que Juan frecuentaba para tratar de obtener nuevas piezas. La mayoría de las que posee son fruto de la insistencia o de donaciones, como la que le regaló Niki Lauda, tres veces campeón de Fórmula 1 y fundador de la conocida aerolínea homónima. ¿Por qué ese afán por guardarlas?, se preguntarán algunos. «Es la historia de la aviación. Hay maquetas de compañías que ya no existen y es una forma de que no se pierdan en el olvido y que la gente conozca la evolución de la aviación», responde Juan, convencido y orgulloso.

La mayoría son a escala 1:100 y una treintena alcanzan los 1:18 y hasta figuras que llegan a los 3 metros, valorada una de ellas en más de 8.000 euros. Gran parte de la colección se puede visitar en el pasillo antes del control de seguridad, en la zona de facturación y a la altura de las puertas C42 y D92. También las tiene expuestas en el aeropuerto de Lanzarote y estuvieron también durante tres años en Barajas. Casado con una azafata y con un hijo mecánico aeronáutico, los veteranos del aeropuerto conocen bien a Juan. Ha trabajado allí 47 años como jefe de operaciones. «El día que yo no esté sé que mis hijos Borja y Marc continuarán con la colección», asegura. De hecho, ya le ayudan: Juan consigue la maqueta y sus hijos recopilan y archivan la información de cada avión, para que la afición y el testimonio histórico trasciendan generaciones.