El diestro Manuel Díez, El Cordobés, ofrece declaraciones sobre el acercamiento a su padre, el también torero Manuel Benítez, en un encuentro con la prensa este martes en Madrid. | Efe

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El abrazo del 14 de febrero en Córdoba entre Manuel Benítez y Manuel Díaz, padre e hijo, sólo fue la presentación pública del inicio de una relación que se había fraguado mucho antes en privado, con un primer encuentro en el que ambos se pidieron perdón y «no hubo reproches». Díaz ha querido explicar ante casi medio centenar de medios reunidos en Madrid cómo su lucha por ser reconocido por su padre, pruebas de ADN positivas mediantes, acabó en una palabra que ansiaba escuchar y que Benítez completó en frase: «Hijo, todo llega, ya estamos aquí».

El encuentro se produjo por iniciativa de Díaz, quien después de ver cómo otros intentos de unión fracasados fraguados por terceros, tomó «las riendas» y aprovechó un teléfono que se le «cruzó por el camino» para seguir lo que le «decía el corazón». «Me dije, madre mía lo que voy a hacer, me puedo encontrar con un no, pero no pasa nada porque he vivido con el no toda mi vida», ha rememorado. De ahí a que el niño al que su madre, María Dolores, había llevado a Córdoba con la consigna de «vamos a buscar a tu padre», lograra 54 años después el encuentro «piel con piel» pasó poco tiempo; tardaría más en hacerse público.

«Le felicité por el día del padre el año pasado», ha desvelado. Después de varias llamadas telefónicas se concertó una primera reunión a la que asistieron sus respectivas parejas: la suya, la venezolana Virginia Troconis, y Mariángeles Quesada, de quien ha dicho Díaz que es «un ángel en la tierra» y una de las personas que posibilitó el primer abrazo familiar. El Cordobés hijo llegó «temblando», a punto de un «desmayo» del que sólo le libró su mujer. A mitad del camino de entrada a la finca le esperaba su padre, quien le recibió con el esperado «hijo, todo llega, ya estamos aquí». «En ese momento nacimos los dos, lo demás ya no tiene sentido. Le escuché decir hijo y se me clavó por dentro».

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En su primera conversación en persona se pidieron perdón mutuamente: «Necesitaba decirle 'perdona si he hecho algo en mi vida que no debiera, pero las circunstancias me han obligado'. Él me dijo, 'perdóname tú a mí'»; a partir de ahí, las palabras, las miradas y los gestos de cariño se intercambiaron »sin reproches« y hubo »entendimiento desde el minuto cero«. Si Benítez le recibió como «hijo», Díaz le pidió permiso para llamarle «papá»: «Venga, 'p'alante'», le autorizó. Manuel Díaz admiraba a su padre como torero, pero asegura que como persona ha superado todas sus expectativas: «Es un ser humano excepcional, me cautivó». Tanto que se dejó llevar por su «niño interiory se acurrucó en su pecho, ha contado en una larga exposición en la que se ha emocionado en un par de ocasiones.

A ese momento le han seguido muchos más, hablando casi siempre de toros y demostrándose reconocimiento mutuo; también ha podido abrazar el patriarca a sus nietos Alba, Triana y Manuel. De hecho, El Cordobés hijo no descarta un encuentro entre su madre y su padre, y entre él y el resto de sus hermanos, ya que solamente mantiene relación con el también torero Julio Benítez. «Cuando hablo con él, no hablo de tiempo compartido, sino de tiempo ganado», ha asegurado quien ha reconocido sería «una satisfacción» que su padre fuera a verle torear en su año de despedida de las plazas, así como compartir experiencias en el campo.

«La historia va a seguir, me está proponiendo infinidad de cosas porque es un terremoto y yo no me lo voy a perder», ha apostillado. La oficialización de esta relación postergada 54 años se produjo, a iniciativa de Benítez, el 14 de febrero en Córdoba, donde se le homenajeaba en el 20 aniversario de su reconocimiento como el quinto Califa del Toreo. Padre e hijo estuvieron de acuerdo en mantenerlo antes en secreto para disfrutar de su intimidad. El Cordobés hijo fue «muy nervioso», a sabiendas del «revuelo que se iba a formar», pero hubo dos certezas que nada pudo eclipsar en el esperado momento: «La felicidad de mi padre y la verdad de mi madre».