Laura Quilis, veterinaria a domicilio, posando junto a ‘Lima’, una preciosa border collie.

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Jamás descifraré la razón por la que a ‘Pepper’, mi gata persa blanca, una dulce nubecita de algodón, le gusta dar saltitos sin ton ni son; ni el motivo por el que, en ocasiones, se muestra tan huraña y misteriosa, observando el mundo desde su distancia de atalaya. Pero al verla dormitar sobre mi regazo sé que sostengo tres kilos de paciencia, sabiduría, ternura y una vocación por el placer tan envidiable como arrolladora. Tres kilos que me domesticaron y que ya forman parte de mi familia, como antes lo fueron otros ‘pesos pluma’: ‘Tommy’ e ‘Iris’.

En ellos encontré una forma distinta de transitar el mundo. ¿Cómo devolverles tamaña aportación? Se me ocurren unas cuantas formas y todas con forma de chuche. Mejor una alternativa más saludable y que, a la larga, nos agradecerán: Acabar para siempre con la estresante visita al veterinario. Y ahí entra en juego Laura Quilis. ¿Acaso es una chamán de mascotas que sana a distancia? En absoluto. Es una veterinaria a domicilio. Como Tele Pizza, pero su secreto no está en la masa sino en su sabiduría acumulada en años de experiencia atendiendo a mascotas, concretamente perros y gatos, aunque también le ha tocado lidiar con otros cuadrúpedos.

Organizar una visita es sencillo, basta ponerse en contacto vía Instagram (vetboxmallorca) y concertar cita. De Palma a Pollença y de ses Salines a Capdepera, Laura no tiene más frontera que el mar, cuanto queda ‘tierra adentro’ puede considerarse su oficina. «Mis clientes suelen ser de Palma pero también tengo unos cuantos fuera, me desplazo sin problemas y también ofrezco un servicio de urgencias», detalla esta veterinaria vocacional que desde niña supo «que quería dedicarme a esto porque me encantan los animales». Un detalle obvio en apariencia pero absolutamente imprescindible para la práctica de su profesión.

Visita

Preparando la visita al veterinario, recuerdo como los ojos de ‘Tommy’ e ‘Iris’, naranjas como dos papayas maduras de una dulzura desarmante, se dilataban. No tardaban en deslizar un lamento, una especie de quejío flamenco por el desgarro y desespero que contenían. Normal. Sabían lo que les esperaba. «El animal sufre en el veterinario porque salir de su hábitat le inquieta, y visitarle en su hogar reduce el estrés», explica la profesional a domicilio.

Una tendencia que gana adeptos en ciudades como Barcelona y Madrid, mientras que en Tokyo, Londres o Nueva York constituye un estilo de vida que lucha por hacerse un hueco en la Isla. Laura no se puede quejar, «cada vez tengo más clientes», de hecho, el auge de su ‘consultorio móvil’ le hace plantearse «contratar a otra persona para mejorar el servicio». La veterinaria repite, como un latiguillo, la frase ‘lo mejor para el animal’. Tiene claro que si su cuadro invita a actuar con diligencia, «reservo un quirófano y me lo llevo directamente para intervenirlo». De hecho, la cirugía de perros y gatos es su especialidad.