Viviana en una sesión playera de aeroyoga. «Me va muy bien para la espalda».

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Viviana Kupman es argentina, de Buenos Aires. Huyendo de la mala situación que atravesaba el país, hace 34 se vino a Mallorca. Llegó con marido y dos hijos. Con él montó una empresa de decorar yates. «El negocio sufrió altibajos, a veces iba a bien, a veces no tan bien, por lo que en ocasiones combinaba este trabajo con el de modelo, pintura, pues también pinto…». Al cabo de un tiempo se divorció, por lo cual su vida cambió. Otros caminos, otra forma de afrontar la vida… En la actualidad Viviana tiene 65 años y sus dos hijos, con más de 40, están al frente de una empresa náutica, Heavy Sea. Tiene pareja, 18 años más joven que ella, con la que se compenetra muy bien tras llevar ocho años de convivencia.

«Incluso, cuando hablamos de lo nuestro, de esa diferencia en años, nos reímos… Sí, porque más de una vez me han preguntado si era mi hijo… Y en vez de molestarme, me he reído. ¿Y sabes lo que le suelo contestar a una amiga cuando se lamenta de que ya ha cumplido lo 40 y está sola y teme quedarse así toda la vida…? Pues le digo que no se preocupe, que igual su pareja todavía no ha nacido….». Volviendo a ellos, señala que la clave del buen entendimiento, lo que da lugar a la buena convivencia, «es que vivimos el momento alimentando la felicidad». Tiene, pues, muy claro, que en la pareja lo de menos es la diferencia de edad, sino que lo que importa es el entendimiento y el saber disfrutar de la vida haciendo cosas juntos. «Importa saber comunicarnos, dado que la emoción se alimenta de la comunicación, de entendernos y de darnos muchos abrazos».

A la vista está que Viviana hace todo lo posible por mantenerse joven. Mentalmente gracias a la forma con la que ve la vida y al yoga, y físicamente, desarrollando el movimiento corporal…. Y con la risa, pues practica risoterapia, «gracias a la cual tengo entrenado el cerebro para reír sin motivos. Y saber reírte, es muy saludable». Tiene muy claro también que los parámetros de la edad física vienen marcados por el equilibrio, la fuerza de tus manos y la velocidad con la que caminas. «Y a conseguir todo eso me ayuda hacer ejercicios de yoga aéreo, que suelo practicar sobre todo en verano, en la misma playa, lo cual me ayuda mucho físicamente y, sobre todo, a estirar la columna, y los ejercicios con telas son un desafío constante contigo misma, pues obligan a superarte cada vez más, a conseguir movimientos o posturas cada vez más difíciles…».

Y en cuanto al estrés, uno de los males de los tiempos que corren, también sabe cómo combatirlo, «sí, ya que si estás estresada, envejeces más fácilmente…. Yo al estrés, repito, lo combato con el ejercicio físico y la risa». También es muy importante saber ser positiva. «De joven tuve cáncer de tiroides, por lo que para curarme tuvieron que extirpármelo, y una persona sin tiroides es propensa a engordar, cosa que he evitado tomando el medicamento adecuado y, por supuesto, riéndome mucho». Quedamos que otro día nos volveremos a reunir para hablar de pintura. De su pintura. De cómo le va en ese mundo en el que la creatividad tiene un valor importante, y hasta que punto influye en esta la risoterapia y el ejercicio físico y mental. Por cierto, Viviana tiene cuatro nietos.

¡Al loro!

lLa otra noche estuve charlando con Toni Gómez, párroco de la basílica Sant Miquel. Con él, en la sacristía, estaba el párroco de Sant Jaume. A Toni Gómez, le vi muy bien, muy animado… Aunque también le noté preocupado debido a que los robos en las iglesias de Palma, son cada vez más numerosos. Robos llevados a cabo, algunos por indigentes, pero con pericia para apropiarse de lo ajeno sin que nadie se dé cuenta. Y lo dice con conocimiento de causa, mostrándonos en su móvil las grabaciones de las cámaras de vigilancia que tiene esparcidas a lo largo y ancho del templo, en las que se puede ver cómo actúan dos de ellos, que suelen acudir con otra persona, ocupando ambos bancos desde donde se controla a los feligreses que llegan, y si llegan con bolso, y donde se sitúan, y si dejan el bolso en el banco en vez de tenerlo cogido, o a la vista, ya que de lo contrario, puede quedarse sin él antes de que cante un gallo, pues de forma disimulada se acercan, se sitúan en el banco de atrás, y a nada que ven que pueden, ¡zasca!, se lo llevan, desapareciendo    del escenario.

Suelen actuar cuando en el templo no hay mucha gente, entre misas, cuando no todos los bancos están ocupados, lo cual les permite no ser vistos. Así que, ¡al loro!, amigos. Vayan a la iglesia, recen, pero no pierdan de vista el bolso. Y de vez en cuando, echen la vista atrás por si hay alguien del que puedan sospechar. Eso –insiste el párroco– no está pasando únicamente en Sant Miquel, sino en otras iglesias, de lo cual da fe el párroco de Sant Jaume, quien nos confiesa que le robaron una mochila y una cartera que había dejado en la sacristía en lo que desmontaban el belén. Y es que se las saben todas, y encima actúan con mucha rapidez. Pues lo dicho, ¡cuidadín! Ojo avizor, sin perder de vista el bolso. Sobre todo si está en la iglesia a una hora que no haya mucha gente, lo cual para ellos es fundamental, ya que tiene más posibilidades de no ser vistos.