El Mago Gavilán, uno de los grandes exponentes de la magia en Mallorca. | Pilar Pellicer

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Surgido de la leyenda artúrica, Merlin fue un mago y adivino galés, fuente de inspiración de otros nigromantes de la literatura universal. Pero si buscan referentes más cercanos cabe recordar al gran escapista Harry Houdini, el único que cuenta con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, capaz de escurrirse de una cámara sellada sumergida en agua; o el mediático David Coperfield, cuyas habilidades le permitieron volatilizarse de la Estatua de la Libertad. Prestidigitador, ilusionista, escapista, encantador, taumaturgo… todos los caminos conducen al mago, una figura que desde tiempos inmemoriales tiene el propósito de entretener y sorprender al público creando un mundo de fantasía. Hoy, 31 de enero, se celebra esta manifestación artística, coincidiendo con el aniversario de la muerte de San Juan Bosco, patrón del gremio.

Giovanni Melchiorre Bosco –San Juan Bosco– nació en 1815 en Italia. Con 26 años fue ordenado sacerdote y consagró su servicio a los niños en situación vulnerable. Les realizaba trucos de magia para llamar su atención y luego les inculcaba los valores del catolicismo. Cuando falleció, el 31 de enero de 1888, el papa Pío XI decidió canonizarlo. Ya ven que su denominación como Santo Patrón del gremio estaba cantada. «Me encanta que tengamos un patrón como san Juan Bosco, es una forma de reconocer una profesión que lleva amenizando la vida de las personas desde tiempos antiguos», detalla Miguel Gavilán, uno de los grandes nombres de la magia en Mallorca.

Necesidad de magia

Su idilio con este arte nació cuando apenas contaba 12 años, «mi hermano me regaló el primer fascículo de un curso de magia de Juan Tamariz, recuerdo que las semanas eran eternas hasta que llegaba la siguiente entrega. Tengo muy buen recuerdo de aquello y aún conservo con cariño esos fascículos», relata el mago, al que preguntamos si el mago nace o se hace. «Hay quien nace y el que se hace. En mi caso, creo que nací con ello. Era cuestión de tiempo que la magia me encontrara». Pero, ¿por qué necesitamos la magia? «Precisamente ahora es cuando la necesitamos más que nunca, venimos de un bache difícil estos años anteriores. La gente está muy sensible, un tanto decepcionada y están perdiendo la ilusión. Y la magia consiste en volver a sentirte un niño», defiende Gavilán.

Humor y magia van de la mano en sus escenografías, «el humor nunca debe faltar en la Magia. Hay que recordar que la prestidigitación es el arte del engaño para el entretenimiento, el asombro y la sorpresa siempre es nuestra arma más preciada, pero si lo acompañas con el aliciente del humor, obtienes un resultado de dos por uno».

Gavilán se defiende con oficio en diferentes apartados de la magia, «me gusta tocar desde la magia de cerca, como cartas y monedas, hasta las grandes ilusiones, como apariciones y levitaciones». Esta última es su gran especialidad, y es que «como decía Freddie Mercury: Yo actúo para el último de la fila. El primero ya me ve perfectamente».

El truco estrella

Habilidad y técnica son dos ingredientes determinantes en la magia, pero, ¿cuál es su proporción exacta? «Van cogidas de la mano, la técnica es lo más importante como base del efecto. La habilidad depende de las horas invertidas en la técnica. Pero sin técnica no hay habilidad y viceversa», reflexiona. Nuestro experto admite que no le cuesta trasladar la magia a su vida cotidiana, «cualquier objeto es válido para crear una rutina, incluso en un supermercado. Sucede igual en la música, cualquier momento o situación es válida para componer una melodía». Le pregunto por su ‘truco estrella’ y responde sin vacilar: «Los aros chinos, recuerdo vérselos al gran Pepe Carroll y quedar fascinado. Siempre los llevo a mis actuaciones, a pesar de su antigüedad sigue siendo un misterio para el público».