El extenista alemán Boris Becker. | Efe

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Boris Becker, que a mediados de diciembre fue puesto en libertad tras casi ocho meses en la cárcel por haber ocultado activos y préstamos por valor de 2,5 millones de libras (2,9 millones de euros) para evitar pagar sus deudas, se ha sincerado sobre su paso por prisión. El que fuera número 1 del mundo del tenis y excomentarista de la cadena pública británica de televisión BBC se declaró insolvente el 21 de junio de 2017, con una deuda que casi alcanzaba los 58 millones de euros relacionada con un préstamo no pagado de más de 3,4 millones de euros por una propiedad que tenía en Mallorca.

Tras dos semanas en libertad, Becker ha hecho su propio balance del 2022 desde una playa de la isla de Santo Tomé y Príncipe, en África, de donde es su actual pareja. «Quiero dedicar unas palabras a todos mis seres queridos y a las personas que me han apoyado en el que llamo el año más difícil de mi vida. Ya ha pasado y terminado. He salido vivo. Creo que he salido más fuerte. Mi salud mental está más fuerte que nunca, pero sin apoyo, la ayuda, el amor y el cariño de tanta gente, no lo hubiese conseguido, así que gracias».

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Estas palabras llegan tan solo una semana después de que reflexionase sobre su paso por prisión en un programa de televisión: «Allí eres solo un número. Un don nadie. Y a nadie le importa una mierda quién eres. Creo que redescubrí a la persona que solía ser. Aprendí una lección dura. Una muy costosa. Muy dolorosa, pero aprendí. Algunas cosas suceden por una buena razón». Becker compró la finca de la polémica, situada en el norte de la Isla, en el año 1997.

Se trata de una propiedad de lujo que cuenta con 2.900 metros cuadrados, piscina, pista de tenis, gimnasio, establos y una edificación para el servicio y los invitados, además de la casa principal. En su día la adquirió por un millón de euros y acometió unas importantes obras de reforma. En 2003, una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Baleares le obligó a demoler gran parte de lo construido, al constatar que las obras se habían realizado sin permiso y saltándose los límites de edificación estipulados en las licencias. En 2012 la propiedad salió a subasta por el impago de los 276.000 euros que adeudaba a la empresa que diseñó y mantuvo los jardines de Son Coll. Sin embargo, un acuerdo con los denunciantes en el último momento permitió al tenista paralizar la venta de la propiedad, que fue tasada por el juzgado en 8,5 millones de euros.

Tan solo dos años después la historia se repetía por otra deuda de medio millón de euros con la empresa que realizó las reformas. El juzgado sacó de nuevo la finca a subasta pública y una vez más, un pago de última hora le permitió conservarla. A partir de ahí, el tenista intentó vender la finca, primero por 15 millones de euros y después por siete millones, aunque los intentos resultaron infructuosos. En 2017, un tribunal de Londres le declaró en bancarrota, a pesar de que solicitó una última oportunidad para pagar la deuda que contrajo para rehipotecar la finca.