Ahlam Bahri, de origen marroquí, es una apasionada del sushi. | Jaume Morey

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Mujer, de origen marroquí, apasionada de la cocina, educando a su hija de cuatro años sola y obsesionada con el sushi y sus infinitas posibilidades gastronómicas. No lo tiene nada fácil para hacerse un hueco en el panorama gastronómico nacional, pero a tenacidad no le gana nadie a Ahlam Bahri, de 26 años. Estudia el curso de Alta Cocina en la Escola d’Hotelería de les Illes Balears (EHIB), tras pasar por las cocinas de hoteles de todas las estrellas, un restaurante japonés o los fogones del equipo del chef Javier Hoebeeck de Fusión19, en Platja de Muro, que hace escasamente un mes recibió su primera Estrella Michelin. Todas las oportunidades son buenas para esta mujer que ve primero las elaboraciones en su cabeza, y luego las ‘dibuja’ en el plato. «No paro hasta que lo plasmo».

Ahlam recuerda que ha estado en una cocina casi desde que nació. Hasta los 14 años vivió en Marruecos, donde sus padres dirigían un negocio de organización de eventos. «Desde bien pequeña veía a mis padres y a mis tíos tras los fogones, preparando cantidades ingentes de comida. Los olores, los sabores tan de la infancia, tan de mi tierra... eso no se olvida nunca», apunta la cocinera.

Curiosamente, hace unas semanas resultó ganadora del I concurso gastronómico organizado por Cooperatives Agroalimentàries Illes Balears, que buscaba los mejores platos elaborados con productos cooperativos estrella, como el cordero. Cocinó un cuscús con este alimento para homenajear a sus dos hogares, su Marruecos natal y Mallorca, que la acogió hace doce años. El jurado aseguró que el plato de Ahlam les había transportado. Seguro que pocos piropos se pueden recibir tan buenos como ese.

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Esta joven cocinera, que preparaba cada día la comida para sus padres cuando se mudaron desde Marruecos a Sa Pobla, primero pensó en estudiar Dibujo, pero trasladarse fuera de la Isla no era posible, así que optó por cursar otros estudios y ponerse a trabajar en las cocinas de los hoteles. Eso sucedió en 2015, y desde entonces ha ido subiendo de categoría y pasando por todos los departamentos posibles. Lo que quizá nadie esperaba, seguro que ni ella misma, es que se enamoraría de un producto tan poco marroquí o mallorquín como es el sushi.

«La cocina aúna mi pasión por la gastronomía y las Bellas Artes. Porque la cocina es arte, colores, presentación... y el sushi me permite crear una paleta de colores maravillosa», explica emocionada esta estudiante de cocina, que se obsesionó tanto con este manjar de origen japonés, que el año pasado buscó un trabajo en un bar especializado en sushi para conocer todos sus secretos. Para seguir formándose, presentó su currículum en Fusión19, tuvo suerte, la llamaron. Aprendió a cocinar en casa, descubrió cómo trabajar en una cocina profesional tras los fogones del sector turístico, pero con su trabajo en el premiado restaurante de Platja de Muro entró en ligas mayores, donde descubrió la importancia de seguir formándose.

«Mi vida es la cocina. Paso más tiempo tras los fogones que en mi casa. Por eso decidí apuntarme al curso de la Escola d’Hotelería. Allí no dejo de crecer gastronómicamente, pero también he entendido que me faltaba más formación, saber de gestión y dirección. Todo esto me ayudará a montar en un futuro mi propio restaurante de sushi. Ese es mi sueño. Ya tengo en la cabeza mi propia receta de arroz y cientos de ideas para rolls de sushi. También el nombre del negocio y el logo. Está al alcance de la mano».