El prestigioso mentalista Anthony Blake actúa la noche de este viernes en Ciutat.

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Se puede adivinar el número de la lotería, manipular el pensamiento o doblar tenedores con la mente? Para arrojar luz sobre estas cuestiones que confrontan ciencia y psicología hablamos con José Luis Panizo, un astuto embaucador que al encaramarse al escenario se transforma en Anthony Blake, el célebre mentalista que la noche de este viernes encandilará al palco del Auditòrium de Palma. Pertenece a la generación que se quedó perpleja esa noche en la que un tal Uri Geller dobló una cuchara con la mirada. Y, de alguna forma, a eso se dedica, aunque a otro nivel. Si se pregunta donde están sus límites, sepa que en algún lugar de esa difusa frontera que separa realidad e ilusión.

¿El mentalista nace o se hace?
–Se hace. Aquí nadie nace médico o cura, te vas haciendo.

En general, ¿usamos poco nuestra capacidad mental?
–Y en la era electrónica cada vez menos. Antes nos sabíamos de memoria 40 teléfonos de gente allegada...

¿Cree que todos llevamos a un mentalista dentro?
–No le quepa la menor duda. ¿Cuántas veces se ha mirado con su pareja y ambos han sabido qué pensaba el otro?

¿Es el mentalismo un juego de percepciones?
–Sin lugar a dudas. En el show juego con el estilo, la forma y el pensamiento para dirigirlo hacia el lugar a donde me interesa.

¿Cuándo supo que lo suyo iba a ser comer el coco a la gente?
–Estudiaba medicina, era un estudiante mediocre y un día entré en crisis, recuerdo que cuando reparé tenía una baraja de cartas en la mano y pensé ‘este es mi camino’.

¿A quién le gustaría leer la mente?
–¡Uf!, quizá al papa Francisco, pero durante la pandemia me sorprendió su silencio, así que diré Leonardo da Vinci, una mente privilegiada.

¿La clave del mentalismo pasa por utilizar las palabras con inteligencia persuasiva?
–Si utilizas las palabras adecuadas puedes conseguir cualquier cosa.

Si el mentalismo fuera un cóctel, ¿cuál sería la medida de ciencia y psicología?
–Yo hablaría más bien de ciencia, psicología y escenografía, y les daría un 33 por ciento a cada una.

¿En su profesión cuenta más la habilidad o la técnica?
–Si la técnica la ves es que el show está mal hecho. Cuando sales de un espectáculo y te preguntas cómo lo hizo y no tienes ni idea, eso es magia.

¿Puede manipular el pensamiento de alguien en su propio beneficio?
–Una palabra bien usada puede mover montañas, tirar muros y provocas revoluciones.

Si presumimos de ser racionales, ¿por qué somos tan fáciles de engañar?
–Precisamente por el exceso de raciocinio.

¿Qué siente un hipnotizado?
–Se equipara al sueño. Aunque la hipnosis nunca me convenció, el espectador se siente ridiculizado y eso no me gusta.

¿Sería nocivo que los poderosos pusieran en práctica las técnicas que usted domina?
–Le aseguro que al lado de los asesores de algunos magnates yo soy un aprendiz. Así nos va...

¿Qué es lo más tremendo que le ha pasado en un escenario?
–Que se me desmaye un espectador. Estaba en trance y al abrir los ojos y ver las agujas que tenía clavadas se puso blanco y hubo que bajar el telón, ¡qué momentazo!