Desde la Antártida, hace 18 años, pudimos enviar sin ningún problema, y en apenas unos minutos, imágenes tan bellas como esta, con la bandera de Mallorca.

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No hace mucho fue 4 de diciembre, una fecha que ha quedado registrada como importante en nuestro calendario particular. Porque si la del 9 de noviembre de 1989 también la tenemos registrada, primero porque ese día cayó el Muro de Berlín y, segundo, porque ese día dejamos de fumar –¿os imagináis lo que nos hemos ahorrado en salud y en dinero; en esto último pongamos 6 euros diarios por 33 años–, la del 4 de diciembre, al menos para quien suscribe, es importante porque cambió el mundo de la comunicación. Y lo decimos con conocimiento de causa, porque a lo largo de muchos años hemos enviado textos y fotos desde medio mundo, siempre con problemas, siempre con preocupaciones –¿llegarán a tiempo, no llegarán…?–, a veces buscando en el aeropuerto a alguien que viajara, directo, o con escalas, a Mallorca para darle los carretes para que los llevara consigo, y luego avisar al diario para que fueran a Son Sant Joan a encontrase con esa persona… ¿Os imagináis lo que era eso…?

¡Han llegado!

Pues bien, el 4 de diciembre de 2004 nos encontrábamos en la Antártida, a tres días de navegación desde el Ushuaia, tres días en los que solo veías mar y cielo, además de pájaros revoloteando por encima del barco que, misteriosamente, desaparecían de noche –¿dónde se meterán?, nos preguntábamos todos los que íbamos embarcados–, para reaparecer al día siguiente.

Antes de partir, había advertido a la sección de Local de Ultima Hora que enseguida que llegaran las fotos nos avisaran. Las fotos las mandamos poco antes de mediodía, cinco de la tarde en España, y dos o tres minutos después recibimos la respuesta desde el diario: ¡Han llegado! ¿Os imagináis…? Dos o tres minutos y las fotos estaban en Mallorca. ¡El mundo había cambiado! Desde ese día –posiblemente antes, pero no mucho– la comunicación había cambiado. Años antes, desde Melbourne, con motivo de la final del Open entre Sampras y Moyá, enviamos fotos, que llegaron el mismo día, pero no tan rápidamente. Y las enviamos a través de un módem, que, a veces, durante la transmisión, fallaba, por lo que tenías que volver a repetir. Era una comunicación rápida, pero no tan rápida como esta. Entonces mandábamos seis fotos, y si el módem no fallaba, llegaban todas en media hora, pero ese día, llegaron en ¡dos minutos! Por eso decimos que la comunicación había cambiado. Desde un barco, a más de 14.000 km de distancia, y con un ordenador y un correo electrónico, las fotos llegaron a su destino en apenas dos minutos, y a un precio infinitamente inferior que si lo hacías por módem, que era como hacerlo a precio de una conferencia, un dineral desde según qué lugar lo hicieras. Por eso, jamás olvidaremos esa fecha. Para nosotros –y para muchos también–, a partir de entonces, las comunicaciones no fueron un problema. Por eso, y porque la bandera de Mallorca que colocamos en el mástil de proa del barco en que navegábamos, el Ushuaia, seguía ahí, impasible, enterita, ondeando al viento, cosa que seguiría haciendo durante toda la travesía, con el canal de Drake, al regreso, totalmente enfurecido, con olas inmensas…

Difícil situación

lLas de este año serán las peores Navidades que pasen el matrimonio formado por Iria Noceda, gallega aunque residiendo en Palma desde hace más de 30 años, y Didier Pérez, cubano, de Morón, y el hijo de ella, con un leve grado de autismo que no alcanza para que le den las discapacidad. Y decimos lo de peores, porque salvo que el juez no aplace el desahucio de su casa, se quedarán en la calle. Ayer por la tarde hablamos con ella, pues su marido, músico en paro, por tanto, también sin ingresos, estaba ensayando con un grupo por si les llaman de algún sitio. Porque la esperanza es lo último que se pierde, y más en sus circunstancias.

Los ERTE y el paro

«Lo que son las cosas, eh. Yo, que siempre he trabajado, ya sea en animación infantil en hoteles, que ha sido lo último, ya sea pintando pisos, arreglando barcos, pues tengo hecha una PC de automoción, de dependienta, etc., que me vea ahora así, sin trabajo y sin paro, pues…». ¿Que por qué no tiene paro? Pues –nos explica–, «porque durante la pandemia cobré unos ERTE, se ve que de más dinero del que me correspondía, y ahora, al pedir el paro, no me lo dan hasta que devuelva lo que me pagaron de más. Así que, sin trabajo, y con una gran depresión por no saber qué hacer, ya me dirás... Porque mi marido tampoco tiene trabajo… Lo busca pero no lo encuentra, pues no lo hay, y más en temporada no turística… Sí, también ha solicitado el paro, pero se lo han denegado por faltarle días de cotización...».     

Lo positivo dentro de lo malo

Iría, que sufrió maltrato por parte de su exmarido, padre de su hijo, «que por ello tiene una orden de alejamiento, aun en vigencia», dice, tenía una casa, cuya hipoteca no pudo pagar porque con la COVID se quedó sin trabajo, y luego, cuando lo tuvo, fue temporal y precario, «y pese a que intenté venderla, no pude. Entonces, por falta de pago, el banco la subastó teniendo de plazo para dejarla hasta el próximo lunes. Como estamos sin dinero, si el juez no aplaza por unos meses el desahucio, nos quedamos en la calle».

Lo único positivo de esta situación tan difícil que están atravesando, «es la ayuda que estamos recibiendo de los Servicios Sociales, que intentarán encontrarnos una vivienda, lo cual tampoco es sencillo, así como de la trabajadora social, que nos está ayudando mucho, y del apoyo que recibimos de parte de Desahucios del Ajuntament de Palma. Porque si no fuera por ellos, nuestra situación sería aún más difícil».

¿Les ayudamos?

En el caso de que el juez aplazara el desahucio, «al estar los dos sin trabajo y sin dinero, seguiremos teniendo problemas a la hora de encontrar un piso donde vivir, ya que te piden un mes por adelantado y los contratos de trabajo, y nosotros no tenemos para lo primero, ni tampoco de lo segundo. Y luego está la luz, el agua, la comida, la ropa… Así que no sé qué podemos hacer, salvo esperar y no perder la esperanza». Igual que hemos hecho en otras ocasiones, intentaremos echarles una mano. Como ellos pueden trabajar, os dejo el móvil de Iria, 627 466203, por si alguien les quiere echar una mano. Porque seguro que entre todos, como ha ocurrido en otros casos similares,    les llevamos algo de esperanza.