Álvaro García y Martín Cugut, los dos miembros de Carbono 23, en la sede del negocio. | Pere Bota

TW
0

El 23 es el número de la suerte de Álvaro García. Llegó a Mallorca un día 23, su hija nació en esa misma fecha y su sello como trabajador en el sector de la aeronáutica era, ¿adivinan?, el 23. Por eso, no le debe extrañar a nadie que su empresa se llame Carbono 23, y que se haya convertido paso a paso en un referente en el pulido, la pintura, la aerografía, el customizado y el detailing en general en la Isla. La lista de espera es brutal. Todos quieren trabajar con ellos.

El currículum de Álvaro García, a sus 38 años, incluye haber trabajado con blindados, los vagones del AVE, barcos, aviones Airbus y Boeing, helicópteros, coches, motos... todo es factible de ser pintado o rejuvenecido por las manos expertas de este extremeño que nació en un pueblo de 300 habitantes. «Mi cabeza está siempre dándole vueltas a diseños, formas, colores, texturas... eso sí, sin mirar a la competencia, porque si le echas un vistazo, corres el riesgo de copiar», asegura.

Ha trabajado en Reino Unido, Francia, Alemania y diferentes ciudades de Estados Unidos, y hace ahora cinco años y siete días exactamente terminó trasladándose a Mallorca porque necesitaba darle un giro a su vida, y no encontró mejor lugar que la Isla para montar su propia empresa y empezar de nuevo: «Necesitaba cambiar de aires. Era una necesidad», recalca Álvaro García.

Álvaro García pintando un avión.

Resulta admirable la experiencia adquirida en este tiempo. Eligió la pintura porque «no había que estudiar mucho». O eso pensaba. Nació en Navalmoral de la Mata, creció ayudando a su familia a cultivar tabaco en el campo y viendo las carreras de Fórmula 1 con su padre pegados al televisor. Un día su padre le dijo que ‘el campo no tenía futuro’ y que se buscara ‘otra forma’ de ganarse la vida. Así entró en este mundo que le ha llevado a recorrer medio planeta.

«De la escuela pasé a los vagones del AVE, luego me fui a trabajar a Sevilla con blindados del ejército, los barcos y a sacarme el título de aeronáutica, un sector en el que me pasé diez años pintando aviones de todo tipo en España, Europa y Estados Unidos», recuerda Álvaro, al tiempo que apunta que diez años después se dio cuenta de que su trabajo estaba cambiando mucho y de que tenía que buscarse una salida por salud mental. «Había dejado de reírme, de disfrutar del trabajo. Ya no era para mí».

Volvió a la escuela para estudiar la fabricación de carbono y acabó dando clases de pintura aeronáutica. Pero Álvaro es un espíritu inquieto y le llamaron para trabajar en la fábrica McLaren en Londres con los modelos de competición GT. Allí terminó de dar forma a su idea de montar su propio negocio. Eligió Mallorca porque lo consideraba «el lugar adecuado». Y no se equivocó.

Sonia Ledesma, con el casco de Carbono 23 con el que disputará el Dakar.

Comenzó alquilando una habitación en un edificio, luego tuvo que ampliar para terminar arrendando toda una nave. A él se unió el argentino Martín Cugut, al que conoció a través de redes sociales. La química laboral fue instantánea. Ya han trabajado con Pakita Ruiz, seis veces campeona de España de motociclismo femenino, y con Sonia Ledesma, que competirá en breve en la próxima edición del Dakar, entre otros. Los trabajos y los clientes se les acumulan, mientras Álvaro sigue buscando ideas creativas, y echa la vista atrás y piensa todo lo que ha hecho un chico de campo que un día salió de un pueblo de 300 habitantes.