Las Abuelas en Acción son amigas de toda la vida que aprovechan su vínculo para trabajar en causas solidarias. | Pere Bergas

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La jubilación solo es el fin de un ciclo: tras el retiro queda todavía mucho por vivir. Si alguien puede constatarlo son las Abuelas en Acción, «un grupo de veinte amigas de toda la vida» que, desde hace siete años, organizan su Mercadet de Nadal a beneficio de la Fundació Natzaret, «un lugar que acoge a niños y jóvenes que no tienen la suerte de poder estar en su casa por diferentes asuntos familiares», explica el director de la fundación, Guillem Cladera. El mercadillo estará abierto al público mañana y el domingo, en la calle Joan Miró 101, entre las 11.00 y las 19.00 horas. La entrada es gratuita.

«Llega la jubilación, pero todavía eres joven, tienes energía y puedes hacer muchas cosas. Los nietos te entretienen y te quitan horas, pero queríamos hacer algo más. Siempre tuvimos ganas de echar una mano a quién lo necesita. Ayudar es muy reconfortante. Seguiremos haciéndolo hasta que podamos», dice Kika Colom, coordinadora del grupo, que este año espera alcanzar los 8.000 euros recaudados en las navidades pasadas.

Las abuelas han pasado la semana organizando el mercadillo: desempacan el género, donaciones de empresas y conocidos, lo seleccionan y lo disponen de forma atractiva. El público asistente podrá encontrar todo tipo de artículos: ropa de caballero, señora y niños, de segunda mano y también sin estrenar, objetos decorativos de toda clase, libros, menaje para el hogar, juguetes o accesorios y bisutería. Todo ello lo venden a un precio muy ajustado.

Elaboración propia

Además de las piezas de segunda mano, las abuelas también tejen ropa de bebé, peúcos, mantas, cuellos, gorros y otros artículos de lana. «No puedo estarme con las manos quietas», afirma Lourdes Lallemand, que lleva tejiendo desde septiembre. Todo aquello que no se vende en el rastro se destina a la botigueta de Natzaret, una tienda de segunda mano y proyecto educativo para los jóvenes de la fundación, regentada por Carmen Díaz.

Por atractivo que pueda resultar el mercadillo, no es el motivo principal de la fama de las abuelas. Como no podía ser de otra manera, las croquetas son su buque insignia. «Nos conocen mucho por la oferta gastronómica, en especial por las croquetas de jamón y pollo, y de espinacas. Empezamos hace cuatro meses y ya hemos preparado 3.000», dice Kika. Toda la comida es casera: se puede encontrar fabada asturiana, cocido madrileño, paella, tortilla española, callos o recetas típicas de la Isla. En el servicio de comedor, reciben la ayuda de sus hijas y nietas, todo un motivo de orgullo para las abuelas. Los interesados en comer en Natzaret deben reservar mesa llamando al número de la fundación. «Aquí la Navidad no se celebra demasiado. El mercadillo es un extra: nos permite poder salir a cenar fuera o comprar algún obsequio para los niños», concluye Cladera.