Vicenç Torres, arropado por sus marionetas en su ‘rincón mágico’. | Julián Aguirre

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Profesor de teatro, dramaturgo, director de escena y marionetista, Vicenç Torres (Palma 1966) es una persona muy reconocida en el mundo artístico. Desde pequeño, sintió una gran atracción por las marionetas, una afición que ha alimentado durante años con una impresionante colección adquirida gracias a sus múltiples viajes por el mundo. Un total de 262 piezas son las que lucen, en perfecto estado de conservación, en una mágica sala del colegio Nuestra Señora de la Consolación, en el Vivero, en la que interpreta cuentacuentos y ofrece pequeñas obras teatrales a escolares. Se trata de una preciosa colección de marionetas que podría ampliarse a más de trescientas ya que «tengo dos cajas más sin desembalar en casa y tengo que ver en qué estado se encuentran las marionetas para restaurarlas», comenta Vicenç Torres, quien con siete años empezó a hacer teatro y a los 12 montó su propio escenario en la tienda de comestibles de su madre. «Recuerdo que mis amigos venían a ver la función de teatro de marionetas y pagaban una peseta por entrar a verla». Aquella obra, Na esperdeñeta, fue interpretada por marionetas construidas por él mismo, «utilicé papel maché, y las pinté y vestí con trajes de payesa».

Con 16 años Vicenç Torres creó Punt i accció, su propia compañía. «Iba por las barriadas e incluso llegué a algún pueblo haciendo teatro costumbrista y teatro de marionetas». Durante aquella época, entre los 12 y 18 años, Vicenç combinó sus estudios en el Conservatorio de Música con pequeñas colaboraciones de obras en el Teatre Principal de Palma. También estudió Turismo, pero «en vez de ir a clase me escapaba para ir a ensayar. Mi primer papel importante fue interpretar a Miqueleto, en El Tenorio». Siempre tuvo claro que quería dedicarse al teatro y se formó en diferentes escuelas de Barcelona, Bilbao y París. Cuenta con una amplia y dilatada carrera. Hace poco ha regresado de Manchester donde ha residido los dos últimos años. Antes vivió en Bruselas, donde trabajó de asistente de dirección en el afamado Teatro Peruchet.

Su búsqueda de marionetas comenzó tanto por mercadillos como en tiendas y por internet, pero primero empezó a adquirir teatrillos,    réplicas de los escenarios más conocidos de Europa, y completando la colección de la editorial Seix i Barral, de Catalunya, que en 1915 sacó al mercado lo que sería el teatro de juguete más popular y con una importante vertiente educativa. En Londres, en el teatro Pollock, encontró teatrillos que siempre había querido tener de niño.

De todo el mundo

Fue adquiriendo sus marionetas a precios que oscilan entre los 15 y los 1.500 euros, y todas ellas tienen un gran valor sentimental. La más antigua es de Lieja. «Es una diosa de finales del siglo XVIII. Allí también encontré a Astrid y Durum, un mago y una maga, movidos por hilo, y las marionetas Toné. Les suelo poner nombre a todas ellas». La que más tiempo le ha llevado restaurar es Durhan, que consiguió en Bruselas, de la que destaca su corpulencia, vestuario y rostro, que se asemejan a un hombre de las montañas. En Egipto logró una maravillosa colección de marionetas talladas a mano del siglo XIX, y en Praga unas trillizas de cerámica y madera. Durante su estancia en India, Vicenç consiguió marionetas hindús, muy especiales. «Son una princesa hindú, un príncipe y dos guerreros».   

  En su rincón mágico, en el espacio acondicionado dentro del colegio Nuestra Señora de la Consolación, todas las marionetas cobran vida con las fantásticas historias que Vicenç cuenta, en castellano, catalán e inglés, a su pequeño y asombrado público. «Mi sueño sería tener un teatro, abierto a todo el mundo, donde además de representar obras pudiera albergar una exposición o montar un museo de marionetas».