El humorista vigués Miguel Lago mide su ácida propuesta en Palma.

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La más fina ironía asoma por las costuras de sus chascarrillos, en los que se ríe de todo y de todos. Habla sin tapujos, con una aparente falta de respeto y una honestidad verbal que sobrepasan lo grosero, sobre temas que escandalizan a la timorata opinión pública. Y es que la irreverencia y el sarcasmo son parte indisoluble de los monólogos de Miguel Lago, que en cada actuación desafía la dictadura de la corrección política en la que cada cual fija los límites del humor en el punto que más le conviene. Escéptico profesional, el todoterreno vigués mide su mordacidad en Trui Teatre este viernes 11, a partir de las 21.00, dentro de la XIII edición del Fesjajà.

¿Cree en el poder del humor, en su capacidad para transformar la sociedad y modificar opiniones?

–Creo en el humor como entretenimiento por encima de todas las cosas y, en cualquier caso, como un elemento de reflexión al afrontar los temas desde un punto de vista diferente.

Decía Bob Hope que el humor inteligente le saca partido a las contradicciones de la vida, ¿comparte su visión?

–Sin duda, todos somos contradictorios, otra opción es imposible. Y ponernos frente al espejo siempre es un ejercicio sano y con humor más.

Aunque su fin es terapéutico, el humor también puede herir sensibilidades, ¿es difícil mantener sus límites sin despojarlo de su esencia?

–Como dijo el gran Miguel Gila ‘si no aguantas una broma vete del pueblo’.

Su incorrección política tiene la capacidad de sentar en el diván a las mentes más conservadoras ¿Cuál es el diagnóstico? ¿Podemos reírnos de todo?

–Sin duda. Y quien no quiera hacerlo que no consuma ese contenido pero que nos deje tranquilos a los demás. Yo no consumo cine de terror o gore, lo llevo mal, pero no animo a nadie a que no lo vea ni exijo que no se hagan esas películas. En lugar de entrar en el cine a ver Saw entro a ver la última de Jim Carrey. Y no pasa nada.

En plena era de la corrección política y los ofendiditos, va y se descuelga en una entrevista diciendo que el límite del humor es el código Penal... Entiendo que las medias tintas no van con usted…

–Tampoco valdría para nada. Quien no quiere entender no entiende. No les valdrán ni las teorías ni las explicaciones, así que... a otra cosa.

¿Alguna vez, para no meterse en un charco, se ha sentido tentado de refugiarse en esa falsa sensación de libertad que es la autocensura?

–No, yo en mi show hago lo que quiero.

Hay quien se ha creído su personaje de narcisista engreído que mira al público por encima del hombro, que país...

–Esto en realidad es un piropo. Significa que soy un actorazo (risas).

¿Tenemos mejores humoristas que políticos?

–Tenemos mejores humoristas, panaderos, transportistas, doctores, enfermeros... así hasta el infinito.

¿Hay espacio para la improvisación en su show?

–Todo. De hecho este show va de eso, de no repetirme.

En sus espectáculos conjuga el humor sofisticado con desternillantes ataques de arrogancia, ¿quiénes son sus referentes?

–En cuanto a referentes mi santísima Trinidad: Louis Ck, Jerry Seinfeld y Ricky Gervais.