Gerardo López, jefe de operaciones y experto en olivos, un árbol con mucha presencia en la cuenca mediterránea. | Pilar Pellicer

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Patrimonio del clima mediterráneo, el olivo simboliza la paz, la victoria y la castidad. En la antigua Roma los novios portaban guirnaldas de olivo, también coronaban a sus muertos de esa guisa en el silente desfile hacia la pira incineratoria. Atributo de guerreros triunfantes, este árbol de tronco grueso y retorcido como la mente de un homicida solía plantarse frente a los templos y de sus ramas se colgaban ofrendas y armas como la maza de Hércules, fabricada de su misma madera, como así los cetros de los reyes. De linaje aristocrático, este majestuoso árbol puede llegar a vivir miles de años, erguido e imperturbable, desafiando el tiempo y los elementos, sabio conocedor de la historia de los hombres. Nos dirigimos a sa Porrassa, uno de los grandes centros recolectores y conservadores de esta especie tan apegada a la Isla.

La mayoría de olivos que encontramos en su vasta extensión de Magaluf han sido replantados, proceden «de fincas que van a hacer un cambio de cultivo porque han dejado de ser productivos, y nosotros lo que hacemos es arrancar la planta, traerla al vivero y recuperarla, le damos una segunda vida», resume Gerardo López, jefe de operaciones de sa Porrassa. Los hay de todas las formas, volúmenes y tamaños, aunque su geometría curvada mantiene como denominador común el característico color hueso de su agrietada corteza. Los hay de copa ancha y generosa, como sinuosos bonsais gigantes; otros de hojas perennes y opuestas, de color verde oscuro por una cara y gris plateado por su reverso; unos con olivas verdes pendientes de madurar, otros repletos de aceitunas negras como el azabache, listas para ser recolectadas.

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Detalle de un olivo con su fruto.

Si le gustan los olivos, sa Porrassa es su parque temático. Estos productores de aceite se cultivan desde tiempos inmemoriales, principalmente en la cuenca mediterránea. Y si se pregunta cuál es el ejemplar más antiguo sepa que se yergue sobre un tranquilo páramo de la isla griega de Creta, el antiquísimo Olivo de Vouves, patrimonio indisoluble del pintoresco pueblo de Ano Vouves, que ya con su tronco hueco se estima que supera los 4.000 años.

Variedades

En sa Porrassa no se encuentran ejemplares tan antiguos pero sí igual de majestuosos. «En Mallorca los olivos son muy bonitos, al final su valor ornamental viene por su tronco y aquí son muy blanquecinos, tortuosos y esculturales», apunta Gerardo. En el centro de Magaluf cuentan con un extenso y representativo conjunto de variedades, «entre seis y ocho», pero ¿cómo diferenciar unas de otras? «Las diferencias se establecen por su tronco, unos son más rectos y otros más retorcidos, en cuanto a su productividad, unos dan olivas más grandes y otros más pequeñas», sentencia. Preguntamos al experto qué rasgos distinguen al olivo autóctono, una variedad «bastante rústica y resistente que necesita poca agua y se adapta a gran variedad de ambientes.

Eso sí, no tolera bien el frío», matiza. Si desea plantar uno en su jardín, se estará preguntando por el coste. Éste se determina por el tamaño del olivo, «uno pequeño puede costar alrededor de los siete euros y de ahí puede subir miles de euros, que es lo que puede alcanzar uno grande». Los clientes de sa Porrassa suelen hacerse con éstos últimos, los plantan en su jardín y lucen «como esculturas».