Thung Shing, en la puerta del Mandarín, luciendo la chaqueta y el gorro oriental que se ponía en fiestas. | Julián Aguirre

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Son muchos los clientes y amigos que se acercan estos días al local del antiguo restaurante chino Mandarín, que cerró sus puertas en 2017, para adquirir algún recuerdo. Desde palillos chinos a platos, copas, vasos, manteles, servilletas, calendarios, mesas, sillas, lámparas, biombos, etc., hasta cuadros pintados a mano, con un valor sentimental que iguala al económico. Durante casi cinco décadas el restaurante Mandarín fue un referente, y fue el primero de cocina china en Palma. Desde su cierre, el día 30 de enero de 2017, su propietario, Yeung Au Yeung Thung Shing, había conservado el local, que abrió en junio de 1968, pese a tener importantes ofertas para su compra o alquiler.

Los gastos que genera mantener los 400 metros cuadrados del establecimiento han provocado que Thung Shing haya decidido finalmente alquilarlo a un grupo de restauración. Los nuevos inquilinos tienen previsto realizar una gran reforma integral para convertirlo en un restaurante de moda, en una zona que esta en auge. Thung Shing y su esposa, Wan Kam Tahi Kwong, han decidido poner a la venta todo lo que contiene el local, incluso los letreros de la fachada y los dos imponentes leones de bronce que custodian la puerta. «Hemos trabajado mucho y hemos sido muy felices aquí, donde hemos hecho de nuestros clientes grandes amigos. Por eso antes de que tiren o malvendan todo esto prefiero venderlo muy barato para que la gente tenga un buen recuerdo del Mandarín en sus casas», comenta Thung Shing mientras embala unas preciosas teteras y tazas para una clienta que recuerda con melancolía que «veníamos todos los domingos a comer en familia».

Preciosas piezas de porcelana.

Obras de pinturas chinas, pintadas a mano o bordadas, cuelgan en las paredes del local; medio centenar de mesas y unas 250 sillas están disponibles. «Son sillas y mesas muy fuertes y de gran calidad». Una de ellas era donde se solían sentar el rey Juan Carlos I y la reina Sofía, cuando iban a comer al Mandarín. «A don Juan Carlos le gustaba mucho el pato pequinés. Pedía dos platos. Tenía un buen saque. La reina Sofía pedía pescado y verduras». Por el restaurante Mandarín han pasado también presidentes del Gobierno, como Adolfo Suárez, actores, cantantes y muchos empresarios. Un local donde la gente se reunía para celebraciones familiares, en grupos de amigos, parejas de novios, y también muchos turistas en busca de sus populares platos, como el pato pequinés, el cerdo agridulce o los mejillones, entre otros. Thung Shing nació en Hong Kong hace 75 años y llegó a Mallorca en 1968. Desde siempre trabajó en las cocinas. «De joven comenzaba a trabajar a las 9 de la mañana y terminaba a las dos de la madrugada. Dormía en la calle. Había mucha pobreza, así que cuando vine a Mallorca vi futuro y aquí me casé con Wan Kam. Mi tío Romn Cheng y yo abrimos el restaurante Mandarín».

Wan Kam Tahi Kwong muestra una de las obras chinas del restaurante.

Con el tiempo Thung Shing llegó a tener cinco restaurantes en Mallorca y un total de ochenta empleados. «También llevé muchos mallorquines a Hong Kong y traje chinos a Mallorca de vacaciones». El motivo que llevó al cierre del restaurante no fue otro que un dolor de espalda. «No tenía previsto cerrar, por eso tengo tanto material. El negocio funcionaba muy bien pero tanto mi mujer como yo ya somos mayores y pasábamos las fiestas y todo el año trabajando, sin vacaciones. Un día me dio un fuerte dolor de espalda y empecé a ir de médicos, así que decidimos descansar». Del restaurante se vende todo, hasta las baldosas y el techo. «Todo me costó una fortuna y la mayoría de las cosas las traje de Hong Kong». De entre todos los cuadros hay uno muy especial. «Me gustaría que se quedara en un museo de aquí y que no se lo lleve un millonario fuera de Mallorca. Tiene un gran valor económico, pero yo quiero que la gente lo pueda contemplar».