La Beateta de este año, Maria Helena Serra Truyols, siempre acompañada por su corte de angelitos. | Pere Bergas

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Tras dos años de parón a raíz de la pandemia, ayer Ciutat volvió a celebrar la tradicional Colcada del carro triomfal en honor a Santa Catalina Tomàs, un festejo que se celebra cada tercer sábado de octubre desde al menos 1792, cuando Catalina Tomàs fue beatificada, por lo que se conmemoró también el 230 aniversario de su beatificación. Después de la Festa de l’Estandard, este desfile de origen barroco es la fiesta civil más antigua que se conserva en la Isla. La comisión organizadora del festejo la forman el Consell, el Bisbat de Mallorca y Canònica de Santa Magdalena.

La gran novedad de la Colcada de este año fue la variación del recorrido, rediseñado para que «recupere su sentido originario y recorra los espacios tomasianos de Palma», en palabras del vicario episcopal de Patrimonio del Bisbat de Mallorca, Francesc Vicens. Dicho cambio se produce cuando está en marcha un expediente de declaración como Bien de Interés Cultural de todas las procesiones de la Beata en Mallorca, que empuja a tener en cuenta criterios históricos y religiosos. Como explica el coordinador de la Colcada, Biel Carrió, los cambios son más profundos que la alteración del recorrido. Por ejemplo, el convento de Santa Magdalena, donde la religiosa vivió los últimos 22 años de su vida, ha sido el epicentro de los actos protocolarios: el viernes, en la iglesia de Santa Magdalena se presentó a Maria Helena Serra Truyols, la niña que este año representa a la Beata y ayer por la mañana tuvo lugar la solemne concelebración eucarística, presidida por el obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull.

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El desfile

En el desfile participaron más de 600 personas, miembros de colles de xeremiers, gegants, agrupaciones de ball de bot y carrozas, carros y carretons en representación de Palma, Valldemossa, Andratx, Sencelles, Santa Margalida, Marratxí, Llucmajor y Consell. A las 19 horas, comenzó la Colcada, que arrancó desde la plaza del Hospital y continuó por la Costa de la Sang, donde se concentró numeroso público. En último lugar se encontraba el Carro Triomfal, una galera imperial de 1868, al que la Beateta y su corte de angelitos se subieron al final de la cuesta para evitar un accidente en la acentuada pendiente.

Lo mismo hicieron los niños del resto de carrozas. El desfile continuó por la Rambla, hasta alcanzar la calle de la Unió. En el Teatre Principal se encontraban los gegants del Consell, en su primera salida tras ser restaurados, testigos de las numerosas muestras de ball de bot. La Colcada avanzó hasta la plaza del Mercat donde, a los pies de la piedra en la que, según la leyenda, Catalina Tomàs esperaba sentada que se aceptase su ingreso en un convento de Palma, Maria Helena Serra recibió el tradicional cucurucho de dulces de manos del vicario de la iglesia de Sant Nicolau, Joan Magraner. Acto seguido, siguieron por la calle Sant Jaume, y la niña recibió otro cucurucho en la iglesia homónima. Aunque los caballos se pusieron algo nerviosos y, con una vara, tuvieron que alzarse los cables eléctricos que topaban con el carro, no hubo mayores problemas. A lo largo del recorrido se pudo escuchar a la Banda Municipal de Música de Palma. Finalmente, alcanzaron la iglesia de Santa Magdalena y allí concluyó la Colcada.