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Recuerdo la primera vez que Letizia Ortiz llegó a Mallorca, en 2004, de la mano del entonces príncipe Felipe. Su compromiso se había formalizado con gran expectación meses antes y los prometidos realizaban una gira por las autonomías. Era la chica del Telediario, una periodista de raza. Felipe y Letizia, con Z, se daban un baño de multitudes en Palma. Desde ese momento ya se le comunicó que Mallorca era destino de las vacaciones de verano y Semana Santa de la Familia Real. Estas estancias serían seguidas por una legión de paparazzis, que captarían cada movimiento. Letizia no llevaba demasiado bien el calor, la humedad y la apretada agenda de verano. «¿Tú te crees que esto son vacaciones?», espetó a varios periodistas una calurosa tarde del verano de 2010 en el Club Náutico cuando estos se interesaron por cómo llevaba su descanso estival. Las palabras no cayeron muy bien en la sociedad, como el rifirrafe en la Catedral de Palma con la reina Sofía, en 2018, cuando la madre del rey Felipe VI quería hacerse una foto con sus nietas y Letizia se oponía ante el asombro de quienes estábamos allí. Mallorca ha sido, y sigue siendo, escenario de momentos inolvidables, buenos y malos, para doña Letizia, pero de lo que sí hay que ser conscientes es de que poco a poco, y como una hormiguita trabajadora, ha ido ganándose de nuevo el cariño de muchos, convirtiéndose en embajadora de Mallorca y haciendo guiños con sus outfits, visitas a pueblos, restaurantes, paseos por Palma, etc. Letizia es cada vez más mallorquina. Molts d’anys, Majestad!