Escondido entre callejones, el mago Enzo Lorenzo sorprendió a grandes y pequeños con sus trucos. | Pere Bergas

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En mitad de la Serra de Tramuntana, envuelto por embrujadores paisajes, descansa el municipio de Fornalutx que, con motivo de sus fiestas patronales, acogió ayer la primera edición de Festilux, organizado por Circ Bover, un festival de circo, teatro, magia y juegos que encandiló a grandes y pequeños.

En los últimos años, el circo ha logrado hacerse un hueco en las fiestas populares de la Isla. «Hace mucho tiempo que el circo de carpa y animales quedó caduco. La transformación del circo llegó tarde a España y más tarde todavía a la Isla, pero hemos logrado evolucionar a un circo para todas las edades, con un nuevo lenguaje que ha cuajado entre el público mallorquín. Con la colaboración del Ajuntament de Fornalutx, la idea es que este festival se mantenga y crezca con el paso de los años», afirma el director de Circ Bover, Sebastià Jordà.

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Con las callejuelas del municipio engalanadas con guirnaldas, blancas y de colores, y sus angostas escalinatas repletas de macetas, el ambiente era hechizante. Un laberint d’il·lusions era el lema del festival y es que, dada la distribución de los espectáculos, invitaba a pasear por el laberíntico Fornalutx. En el párking de la calle Arbona Colom, el Circ Bover instaló su carpa a la fresca, donde, con el cielo y las montañas como marco, los clowns Jon K., de la madrileña compañía Soltando Lastre, y Mr.    Carrot, llegado desde Catalunya, hicieron reír a abuelos, padres e hijos con sus divertidos números cómicos. Allí, tras la función, los niños pudieron participar en los variados talleres circenses de Bambúcirc, donde pusieron a prueba su equilibrio o su habilidad con los malabares.

Más abajo, en la plaza España, se encontraba el tiovivo a pedales, que rueda por toda la Isla, siempre exitoso entre los pequeños. A pocos metros se colocaron los juegos cooperativos de Ludoteca de Jardí, confeccionados artesanalmente en madera, otro clásico de las fiestas populares de nuestros días.

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Si toda esta magia no era suficiente, escondido en el callejón de Metge Mayol, realizaba sus trucos el mago mallorquín Enzo Lorenzo. «Mi especialidad es la magia de proximidad, con un tapete como escenario: requiere de una técnica más precisa y depurada, el feedback es muy bonito. En la magia encontré un camino que no tiene fin», cuenta el mago, que sorprendió a todos los que se detenían.

Además de todo esto, en la plazoleta de la calle Jaume Mayol Nadal se instaló Emmanuel Danet, quien, bajo una pequeña carpa, hizo volar la imaginación del público con sus cuentos y leyendas.