La salida ha congregado a muchas personas. | Pau Cobo

TW
1

Los 48 kilómetros de la 48ª edición de Lluc a Peu dan para mucho. Un recorrido con muchas cuestas hacia arriba deja personas que allanan el camino y recuerdos imborrables para toda la vida. Aquí os narro los seis más destacados.

1. Los perros que llegan hasta el final

No es extraño ver a perros que acompañen a sus dueños en los primeros kilómetros de la travesía. Lo que resulta más raro es verlos llegar al santuario de Lluc, incluso con adelantamientos a los participantes. ¿A qué viene ese afán de humillarnos a los que lo estamos pasando mal?

2. Los que empiezan con chanclas

Siempre hay el típico despistado que llega como si hubiera venido directo de la playa, o puede que simplemente le engañaran a la hora de apuntarse. Este año había varias personas que decidieron empezar el camino con chanclas, me gustaría saber cómo acabaron.

3. Los creadores de los cárteles en el camino hacia Selva

Cualquier persona que haya participado en este evento lo entenderá. Ese cártel que pone 2,2 kilómetros cuando realmente faltan muchos más significa una rotura en la mente del cansado caminante, da la sensación de que caminas más en ese tramo que en el resto del camino. Este es el principal motivo por el que casi abandono el Lluc a Peu todos los años. No te lo perdonaré jamás, cartelista de Selva. Jamás.

4. Los que vienen de fuera a propósito para hacer el camino

Los organizadores contaron la historia de una mujer de Estados Unidos que vino a la Isla única y exclusivamente para realizar el Lluc a Peu y luego volver a su país. Lo siguiente será que un binissalamer vaya a Nebraska para la marcha popular de los cangrejos.

5. Los que hacen una siesta antes de empezar la subida a Lluc

La recomendación más básica y repetida para terminar el camino es no pararse bajo ningún concepto. Pues bien, eso deberían decírselo a las decenas de personas que cada año se echan la siesta justo antes de subir a Lluc. Os admiro y os detesto a partes iguales.

6. Los presumidos

Son los que se ponen a correr los últimos dos kilómetros, los que hacen dominadas en el parque de Lloseta, los que hacen flexiones justo al llegar al Santuari… El Lluc a Peu está lleno de aspirantes a culturistas que ven la calle como su gimnasio particular. No nos provocáis asombro, nos provocáis incomprensión.