Vallespir atesora más de medio centenar de puzles, de diversos motivos, como bodegones, escenas y paisajes. | Pere Bergas

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En las paredes del hogar de Gabriel Vallespir (sa Pobla, 1955) cuelgan escenas de John Haskins, bellos bodegones de Paul Cézanne o paisajes de Joaquim Vayreda. Al observar los cuadros con atención se repara en un llamativo detalle: los motivos están compuestos por miles de piezas.

«El puzle, cuánto más difícil, mejor. Me aporta relajación total, me da lo mismo estar tres que diez horas», dice Vallespir, de oficio mecánico hasta su jubilación. El vecino de Son Ferriol descubrió su pasión en el año 1999; desde entonces ha montado más de medio centenar de rompecabezas que embellecen su salón y el de sus clientes.

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«Después de las ferias tengo mucho trabajo; la gente intenta montarlos, pierde los papeles y me los acaba encargando», explica Vallespir, cuya mayor satisfacción es despertar el interés entre aquellos que visitan sus exposiciones, que organiza desde hace más de una década. Asimismo, existe un paralelismo entre su oficio y su afición: «Siempre trabajé de la misma manera, me gustaba organizarme, dividir las piezas, y montar y desmontar», explica Vallespir, que ha llegado a invertir cien horas en el ensamblaje de un rompecabezas. Primero realiza un triaje de piezas, después pasa a montar los marcos, y al final monta por secciones. Aunque lo más importante es la actitud: «Al llegar a la mitad piensa en lo que has avanzado, no en todo lo que te queda».