Para Toni Ramírez, un mallorquín coleccionista de vehículos con historia, su ‘hobby’ es como una droga. | M. À. Cañellas

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A Toni Ramírez le pone tot el que sigui ferro vell. Le basta una chupa de cuero, un casco, dos ruedas y el bramido de un motor para destilar adrenalina, para sentir el combustible circulando raudo por sus venas, en un revirada carrera por su fuero interno. Confiesa este coleccionista y restaurador de vehículos clásicos que su afición «es una droga». Recuerda como si fuese ayer el momento en que se enamoró de las motos, hace más de veinte años, lo relata con teatralidad, gesticulando y haciendo pausas dramáticas. La historia, larga y sin desperdicio, me la guardo para mí. No es más que el pálido reflejo de una época que, vista desde el retrovisor, se antoja casi irreal. En síntesis, podríamos decir que su pasión, su hobby, nació de la necesidad. Y, como decía Mayra Gómez Kemp, ‘hasta aquí puedo leer’. El caso es que, desde entonces, su familia de dos ruedas no ha dejado de crecer hasta completar una colección que sería la envidia de cualquier entendido.

Su ‘familia’ la componen varias motocicletas, de ellas destaca un ‘unicornio’, uno de esos engendros mecánicos difíciles, por no decir imposibles, de encontrar en las carreteras y cuya simple visión te arranca una sonrisa; una Triumph Speed Twin de los años 30. Observarán también en esta página una Kawasaki KZ 1000 de finales de los setenta, una preciosa Magnat Debon BLG –historia viva del motor– y, finalmente, una reluciente Royal Enfield, estas últimas de inicios de los años 30 del siglo pasado.

Como a Toni, siempre me cautivaron los cachivaches antiguos. Creo que cuando uno repara y reacondiciona un vehículo con historia se convierte en una especie de arqueólogo, estudia el momento industrial en que se fabricó, su país de procedencia, clase de motor y demás detalles... Con osadía y determinación autodidacta, nuestro protagonista ha ido curtiéndose en los entresijos de una ciencia que domina a placer. «Algunos entendidos vienen a pedirme consejos mecánicos», desliza sin un ápice de arrogancia el bueno de Toni.

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El coleccionismo de vehículos clásicos es un pasatiempo muy cultivado en Mallorca. De hecho, según el portal de subastas Catawiki, los españoles lideran el ranking europeo de este segmento situado tan solo detrás de las cámaras analógicas y los juguetes antiguos. Y si hablamos de motos clásicas, no encontraremos mejor interlocutor que Toni, recopilador empedernido de una parte de la historia que se desvanece ante la indiferencia de los políticos. «Me gustaría que se flexibilizasen las normas para poder circular con este tipo de motos, que dentro de poco no podremos ni entrar en Palma. Entiendo que quieran ciudades libres de humos, pero es que nadie que tenga una moto clásica la va a coger cada día, tan solo le hacemos mil o dos mil kilómetros al año. Los políticos deberían ser más sensibles porque al fin y al cabo se trata de un tema de recuperación histórica y se la están cargando», lamenta.

No le falta razón, sin la aportación de cuatro nostálgicos como Toni, es cuestión de años que estas pequeñas maravillas desaparezcan de nuestras carreteras. Respetar el pasado es la mejor forma de proyectarse en el futuro.