Kuba no quería nada para él. Por eso daba todo a quien más lo necesitara.

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Kuba era un joven que vivía en una cabaña que se construyó en el bosque de Bellver, muy querido por los vecinos de El Terreno, ya que simbolizaba la solidaridad más absoluta, pues no solo no quería nada para él, y eso que no tenía nada, sino que lo poco que tenía, o conseguía, como ropa que encontraba por ahí, o comida que le regalaban en los supermercados en vez de tirarla al contenedor, tras quedarse con lo imprescindible para vestir y para comer, se lo daba a los indigentes. Kuba, además, era un manitas, capaz de convertir la rama de un árbol en una gaviota volando, o un trozo de madera en un adorno…

«En lo de hacer manualidades con cualquier cosa, era un genio», nos decía Cristina, la dueña del centro de pilates que hay enfrente de la iglesia de la barriada, persona que le conocía muy bien, y a quien dejaba las llaves de su casa cuando se iba. «Lo daba todo, sin querer nada a cambio. Era… ¿Cómo lo diría…? Era una ángel que pasó por aquí y que se quedó a vivir…».

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Nati Expósito nos muestra lo que queda de la cabaña en la que vivió Kuba.

De Kuba nos habló también Nati Expósito, vecina de El Terreno. «Era una gran persona… No sé de dónde vino… Dicen que si de Polonia, pero él no solía hablar mucho de sí mismo. También se decía que era ingeniero, lo cual no me extraña, pues sabía mucho, hablaba varios idiomas, se desplazaba en bicicleta, ayudaba a todo el mundo. Más de una vez traté de que me contara algo de su vida. Que me contara de dónde venía o cuál era su nombre… Pero él se iba por las ramas… Sonreía… O respondía diciendo: ‘Estoy aquí cumpliendo una pena’… Pero nunca dijo qué pena era esa… Muchas veces, al despedirse, solía decir: Que te vaya bien emigrante… Y se iba con su bicicleta…».

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El día que murió, los vecinos de El Terreno llevaron flores a su bicicleta.

Se fue a otra dimensión

De Kuba hablamos en pasado porque hace algo más de un mes apareció muerto en su cabaña. Su cuerpo fue trasladado al depósito, donde sigue, a la espera de que la policía dé por cerrado el caso. De la noticia de su muerte nos enteramos a través del muro de Kitty Barceló en Facebook, en el que leíamos: «Nuestro dulce amigo del bosque nos ha dejado», animando a los que le conocían a recordarle y a «desearle un viaje a un lugar mejor», en una reunión que convocaba para dos o tres días después en Bellver, «junto a las escaleritas, entre las 19 y 19,30 horas...». Kitty también le recuerda con cariño, regalándonos algunas fotografías de él. «Siempre sonriente, siempre mirando por los demás, y nunca pidiendo nada a cambio. Vivía en el bosque, en una cabaña que se construyó en un lugar nada fácil de encontrar, y se desplazaba con su bicicleta a todas partes».

Siempre estaba de buen humor.

Y fue, además, un gran artista.

De su vida, Kitty tampoco pudo aportar muchas cosas, «pues era muy reservado, y apenas hablaba de él. Pero en el barrio era muy querido por todos». Nati nos aportó también fotografías, no de él, pero sí del lugar    donde vivía, del estado actual de su cabaña, de su bicicleta, «que el día de su muerte quedó adornada con flores y velas que llevaron los vecinos», y que hoy sigue donde siempre, «que es donde él la dejó, y que nos recuerda su paso por el barrio y lo buena persona que fue». Nati, igual que Cristina, y otros vecinos, aguardan a que el caso quede cerrado «y que el juez permita que le enterremos o incineremos… O que nos diga cómo lo hemos de hacer, en vez de depositarlo en una fosa común, que es donde van a parar las personas sin recursos o que no son reclamadas por su familia. Conozco a una persona que vive en la parte alta del barrio que estaría dispuesta a correr con todos los gastos de incineración o de entierro… Aunque, como digo, todos los que vivimos aquí estaríamos dispuestos a pagar porque tenga un final digno».

Cristina, que supone que «pese a las historias que se están contando en torno a su muerte»,    y que ella considera que si puso fin a su vida fue porque este mundo no le gustaba, «por lo que seguramente decidió buscar otra dimensión, con más paz que aquí», cree que la policía «debería de haber aislado la zona de su cabaña en vez de dejar que la gente se acercara hasta ella. Yo misma –reconoce– entré en su interior y recogí algunas de sus cosas y nadie me dijo nada. Pero… Bueno, ahora de lo que se trata es que se dé por finalizado este caso… Supongo que la policía debe de indagar si Kuba tenía familia a fin de localizarla para que se haga cargo de su cuerpo, pero si esa familia no aparece, nosotros, los vecinos, sus amigos, nos encargaremos de honrarle como se merece. Y es que Kuba nos ha marcado a todos. Era un ser irrepetible… Por eso queremos que la gente le recuerde como lo que fue: el ángel de El Terreno».