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Son muchas las personas que aprovechan las vacaciones estivales para practicar todo tipo de deportes acuáticos. La piragua, el surf o el paddlesurf siempre han estado presentes junto a la vela, una modalidad que se encuentra al alza en los últimos años. Su evolución a lo largo de este siglo ha permitido que hoy en día puedan juntarse niños y niñas de todas las edades, algo que hasta hace no mucho era complicado. «Ahora mismo todo está mucho más profesionalizado», afirma Miguel Bosch, director de la Escuela de Vela de la Colònia de Sant Pere, quien ha vivido en primera persona un crecimiento exponencial que ha permitido a los monitores dedicarse a tiempo completo a esta profesión. Los más beneficiados de este avance son los niños y jóvenes. Aquellos que sienten una especial atracción por el mar pueden tener un contacto más estrecho en edades muy tempranas gracias a la realización de estos cursos veraniegos, que ya se han extendido a todo el año.

Otro de los aspectos positivos de esta modalidad es aprender a convivir en el entorno marino desde muy pronto. «La vela es otro medio de educación», comenta Miguel Deudero, coordinador de la Escuela de Vela del Real Club Náutico de Palma. Buscan concienciar a sus alumnos de la importancia que tiene cuidar el medio ambiente a través de actividades lúdicas que impliquen la recogida de residuos o el cuidado del entorno. Además, tomar parte en estas iniciativas permite a niños y niñas desarrollar sus capacidades de trabajo en grupo, algo más sencillo debido a la afición común por el mar. «Suelen apuntarse personas que quieren estar constantemente en contacto con el agua», señala Marta Reynés, directora de la Escuela Municipal de Vela de Puerto Portals.

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Alumnos y monitores de la Escuela de Vela del Real Club Náutico de Palma disfrutan de una mañana en el mar.

La fidelidad es una de las características más destacadas de la vela. Uno de los objetivos de estos clubes es hacer más grande la afición de sus alumnos por el medio marino, lo que motiva que muchos de ellos repitan año tras año en los cursos junto a los amigos que conocen allí. «Lo que más me gusta es estar en el mar con los amigos que conocí aquí, la vela me permite disfrutar al máximo de todo», gritaba uno de los niños de la escuela de Puerto Portals mientras preparaba la embarcación junto al resto de sus compañeros. Y ese amor por el mar que surge en la infancia, por lo general, les acompañará también en la edad adulta. Así de intensa es la relación con la vela.

Acostumbrados a ayudarse unos a otros, no escatiman en esfuerzos para que todo salga según lo previsto, porque salir al mar es lo que quieren a toda costa. Sonrisas, diversión y mucha felicidad llenan de nuevo unas escuelas que siempre tienen clara su finalidad: crear un vínculo afectivo entre los alumnos y el mar que perdure en el tiempo.