Miquel Bennásar Alomar en su casa de la Vileta. | R.D.

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Ha ejercido y enriquecido tres institutos  de Mallorca, me refiero al historiador Miquel Bennásar Alomar (Palma, 1961): amable, jovial, irónico, jocundo y gran conocedor de la historia de Mallorca, especialmente la del siglo XIX. Es autor de varios libros, uno de ellos ya legendario, sobre las peripecias de los prisioneros franceses que fueron confinados en Cabrera (1809-1914), y tiene otro, escrito con Luis Vidaña, se trata de un manual de Historia Moderna de Mallorca editado por el Govern    en 1997. Bennásar vive en sa Vileta, en una bonita casa ajardinada con huerto anárquico y mininos sueltos, tiene una biblioteca enorme porque desde que era estudiante en el Ramon Llull compraba libros compulsivamente. Es muy alto, luce mucho pelo (siempre llevaba el peine en el bolsillo trasero del pantalón) y ve la vida con humor y socarronería…

Tras su jubilación: ¿en qué gasta ahora su tiempo?
– Más que gastarlo disfruto de cada segundo, sigo a rajatabla la    máxima de    Cicerón «Si cerca de la biblioteca tienes un jardín, no te faltará de nada», si a esto le añadimos la familia, varios animales y un huerto para cosechar rudimentariamente algunos tomates, no me hace falta nada más.

Cuando a finales de los 70 estudiaba en el Ramon Llull se hizo usted famoso por dos cosas, por ser un adicto a los bocadillos de filete de caballa del bar y por ser el único alumno que hacía las traducciones de latín...
– Es una parte de mi vida que nunca olvidaré, anécdotas muchas con los excelentes Maestros, con mayúsculas, que allí tuvimos y disfrutamos por ejemplo el día en que don Eusebio Riera, padre de Carmen Riera, mi profesor de Filosofía, me hizo saber que llevaba tiempo viéndome comer a escondidas en clase, sin yo saberlo, y me mandó a comprar el bocadillo de caballa con un «Primum vivere deinde filosofare». Nunca volví a comerlo en una de sus clases.

Además de leer mucho, en su juventud fue usted un empedernido discotequero (a lo Travolta) y habitual de los programas televisivos de Fradejas. Combinaba lo erudito y lo hortera de una forma muy digna y con una facilidad prodigiosa…
– En las clases de Literatura de don Emilio nos aprendimos el Quijote de memoria, libro que es    escuela para la vida y que, en mi caso, tenía su contrapunto (con mi amigo Juanfran) en los Bee Gees. Era la doble vida, my secret life (que diría Cohen), siempre me acompañó y en la medida de mis posibilidades me lo pasé muy bien.    Estudiante serio cuando tocaba y proyecto de ligón los fines de semana y fiestas.

Sus investigaciones sobre los prisioneros franceses confinados en la Guerra de la Independencia desembocaron en un libro y acabaron con muchos tópicos. ¿Por ejemplo...?
– Que muchos de aquellos reos murieron de hambre al ser abandonados en Cabrera a su suerte. Nunca hubo episodios de canibalismo (que casualidad que los protagonistas de la falsa historia fueran polacos y no franceses). Las ventajas que obtuvieron las autoridades isleñas fueron considerables y cambiaron su función en la guerra.

Fue usted también autor del primer libro didáctico que sistematiza la Historia de Mallorca. ¿Qué período de nuestro pasado le parece el más loco?
– Nuestra historia esta marcada por el hecho de ser islas, también por supuesto nuestro carácter, somos mil leches, nos ha invadido todo el mundo, violenta y pacíficamente y aun así muchísima gente quiere conocer este lugar paradisíaco y particular. Siendo más concreto, y por poner un ejemplo, la caída del Antiguo Régimen es un momento muy interesante y sorprendente de nuestra historia.

En la nueva ley de enseñanza quitan la cronología, creen que es posible enseñar Historia sin cronología…
– La Historia lleva décadas enseñándose y aprendiéndose incorrectamente. La Historia, junto a la Filosofía, debería ser la asignatura que nos enseñara a pensar, a relacionar, a comprender, a indagar. La Historia, sin embargo, es la cenicienta de la enseñanza porque no somos capaces de hacerla atractiva, por eso tiene más seguidores la novela histórica, que no deja de ser la historia maquillada pero no la real.

Ahora con tiempo libre, esperamos de usted algún estudio importante sobre Historia de Mallorca…
– Ahora estoy descansando un poco, desintoxicándome de la burocracia que se ha apoderado de la enseñanza. El proyecto es un estudio exhaustivo de 25 años clave en la historia de las Islas, la presencia e influencia extranjera en ellas de 1789 a 1814, por poner unos límites.

Su padre fue restaurador, ¿cuáles fueron sus obras más relevantes?
– Mi padre fue mi gran maestro, me enseñó disciplinas como la paciencia, la tranquilidad, la bondad, la minuciosidad y concentración en el trabajo. Restauró piezas de la Catedral con su amigo Federico Soberats, a quien también le debo mucho. Muchos muebles de anticuarios llevan su sello. Su mejor obra es la impronta que dejó como persona.

¿Qué platos de cuina mallorquina le interesan más?
– Mi segundo placer es la gastronomía, disfruto de muchos de los platos de nuestra gastronomía. Uno de mis objetivos actuales es descubrir los mejores variats de la Isla. Debería conocerse este plato en todo el mundo y por desgracia no se ha popularizado lejos de nuestras costas.

¿Cómo ve a día de hoy Mallorca y la cultura mallorquina?
– Veo confusión, muchos deseos de preservar pero por otra parte desaparecen muchísimas particularidades de nuestro entorno. Pero esta es la continua lucha contra la globalización y el capitalismo. Conservar debe hacerse sin cambiar ni un ápice la raíz del acontecimiento, lugar o costumbre.

¿Qué alumnos han destacado durante sus decenios de enseñanza?
– No puedo, ni quiero ni debo destacar a ninguno porque son los que le han dado sentido a mi vida y me han proporcionado mis mayores alegrías, además de las obvias. No hay nada mejor para un docente que encontrarse en cualquier lugar, por recóndito que sea, a un    exalumno y que se acerque a saludarte, que te recuerde con cariño.