Romano, la otra mañana, en Blanquerna, yendo a trabajar. Al encontrarnos, le propusimos tomar un café y, de paso, hablar de cómo está su situación a día de hoy. | Click

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El holandés Romano Riberto van der Dussen salió de la cárcel el 11 de febrero de 2016, tras haber pasado en ella, injustamente, 12 años y 8 meses de su vida. Le acusaron de robo, agresiones y violación a tres mujeres en tres lugares distintos de Fuengirola, lo cual jamás cometió, entre otras cosas porque aquella noche de agosto de 2003, como pudo demostrar, estaba en Torremolinos. Sin embargo, le condenaron a 15 años y 6 meses.

Años después –a poco más de dos de cumplir la condena–, se probó que no había sido el autor del hecho que se le imputaba, sino que el autor era un británico,  Marck Dixie, por lo que fue puesto en libertad. Sin más. El estar en prisión –concretamente, en esos casi trece años, estuvo en siete establecimientos penitenciarios: Alhaurín de la Torre, Granada Albolote, Sangonera (Murcia), Villena (Alicante), Castellón II (Castellón de la Plana), Picassent (Valencia) y Palma– le supuso perder la libertad y, entre otras muchas cosas, verse vejado y maltratado por algunos presos, sobre todo por los que no perdonan a los violadores.

Tras quedar en libertad, además de escribir un libro sobre su experiencia, Mi pesadilla española, pidió una indemnización al Estado de seis millones de euros, o lo que es lo mismo, 77,50 euros diarios por cada uno de los 4.400 días que permaneció encerrado, de los que le concedieron únicamente 147.000 euros, que tras descontar gastos, se le quedaron en 80.000. Recurrió a altas instancias, pero perdió en todas, por lo que tuvo que pagar las costas y al abogado del Estado, encontrándose en su cuenta bancaria por debajo de cero euros, puesto que la Agencia Tributaria había reclamado esas costas.

En el mar está su presente

A Romano nos lo encontramos el sábado, por casualidad. Iba en bicicleta por la calle Blanquerna, a trabajar. Le llamamos y le invitamos a que tomara un café, a lo cual accedió. Le vimos bien, serio como siempre, pero bien. Estaba tratando de retomar su vida, ahora con el mar como escenario, pues trabajaba en barcos de recreo, «cuando me llaman, que no es de manera fija, pero me vale para vivir». Y es que Romano ha estudiado, titulándose como patrón de yate profesional, gracias a lo cual puede ganarse la vida, que es otra forma de recuperar el tiempo perdido contra su voluntad durante más de 12 años. (Por si alguien está interesado en contratar sus servicios, ahí os dejo su email: rorivertovd@gmail.com)

En la actualidad, Romano vive gracias a su título de patrón de yate profesional.

El lado bueno

«Y es que todas las cosas negativas tienen también su lado bueno. En mi caso, el haber estado en la cárcel me ha servido para aprender a hablar español y para que una alumna de la Universidad de Zaragoza presentara su trabajo de fin de grado al que tituló Estudio del caso Van der Dussen (De los errores judiciales y su conexión con el garantismo). También mi estancia en la cárcel, sobre todo en la de Palma, hizo que conociera a personas buenas, como la que hoy es mi compañera, que nos visitaba como miembro de una ONG, o como el padre Jaume Alemany, pater de la prisión, quien al conseguir la libertad me acogió durante unos meses en su parroquia, por lo que le estoy muy agradecido».

La cárcel... Y después de la cárcel

Y si lo positivo es que está retomando su vida, y siendo bien aceptado por la sociedad de la que vivió apartado contra su voluntad durante casi 13 años, lo negativo son los recuerdos que emanan de ese largo periodo de tiempo, «como, por ejemplo, cuando el primer día que ingresé en Alhaurín, el funcionario, dejándome en mi módulo, les dijo a los otros presos: ‘¡Ahí lo tenéis!’, lo cual me supuso tener problemas con los internos que suelen agredir a los violadores, ya que yo entré allí como tal. Y tras haber recobrado la libertad, me tuve que enfrentar a la injusticia de la indemnización… Al fin y al cabo yo reclamaba un dinero por el tiempo que injustamente el Estado me había robado, teniéndome    ingresado como un delincuente, dinero que no solo no percibí, sino que, además, tuve que correr con todas las costas, lo cual hizo que me endeudara. Si esto me ocurre en otro país, seguro que hubiera ganado, pues al fin y al cabo me restituían el tiempo que ellos me habían hecho perder sin tener ninguna culpa de ello, como se demostró. También me sorprendió mucho que, habiendo encontrado un piso en Palma, cerca de s’Escorxador, a cuyo dueño pagué todo el año por adelantado, cuando un día me encontré con el director de la cárcel de Palma, que me dijo que vivía en mí misma finca y… Pues que a los pocos días me visitó el dueño de la casa alquilada, me devolvió todo el dinero que le había adelantado, y me pidió que me fuera».

En números rojos

Y en cuanto a su experiencia carcelaria, «cada cárcel es distinta, pero cuando estás clasificado como violador, no te suelen hacer fácil la convivencia, ya que te intentan agredir. Por lo demás, en cada cárcel siempre he reivindicado mi inocencia, pero la respuesta ha sido siempre la misma por parte de quienes estaban al mando: ‘aquí no nos importa que sea, o no, inocente. Usted está ya juzgado y condenado, por tanto nuestra obligación es que cumpla la condena’. Luego están los psicólogos y asistentes sociales, que no pintan nada. Y el educador… Bueno, todos los presos, para él, son personas que siempre dicen que son inocentes… ¿Que si reinsertan las cárceles…? Pues no. En ellas, los que viven mejor que los demás son los ordenanzas. Pero todo eso ha quedado atrás, ahora lo que intento es trabajar y olvidar… Que no será fácil. Y es que he estado más de doce años privado de libertad por unos delitos que no cometí, y encima no me conceden una indemnización, no solo por el tiempo perdido, sino por el mal que esa falta de libertad me ha ocasionado. Porque yo he estado en la cárcel injustamente, pero... ¿Y cómo me han indemnizado por esa injusticia... ? Pues ya ves, mi cuenta está en números rojos».