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Nuestro amigo Jurgen Lakhal, aquejado de cáncer de colon, cuyos efectos mitiga a base de aceite de cannabis, al que denomina ‘la hierba feliz’, podría pasar en breves fechas por el quirófano. Sería la sexta vez que lo haría. Y es que desde el 7 de marzo de 2017, en que le fue detectado el cáncer, hasta la fecha, ha sido operado cinco veces, lo que le ha dejado en su pecho y abdomen una cicatriz de 35 centímetros, que puede verse agrandada en una próxima intervención quirúrgica, «a la que se le dará luz verde –dice– según sean los resultados de los análisis que hagan a los cinco nodulitos que me han encontrado en el abdomen      –explica Jurgen con una tranquilidad pasmosa; como si en vez de cáncer estuviéramos hablando de la última película de Marvel–. ¿Y qué voy a hacer? –dice, al notarnos sorprendidos ante la serenidad que manifiesta. Porque estamos hablado de cáncer, de su cáncer–. Dime, ¿qué quieres que haga…?

Porque sí, estoy de acuerdo con lo que dicen, que es una enfermedad terminal. Pero es que yo nunca lo he visto así, seguramente porque me siento felizmente acompañado por una esposa que lo da todo por mí desde el minuto cero, que hace que no me preocupe de nada, que me acompaña en mis paseos… ¿Entonces, de qué me puedo quejar…? A ello, suma los amigos, que están conmigo, apoyándome. Luego los otros amigos, los que he hecho a través de mi página Cáncer, Cannabis y Compañía, muchos de ellos con cáncer, a los que llamo mis luchadores, y con los que comparto… Compartimos, mejor, nuestras cosas, a la vez que nos animamos unos a otros. Luego están los paseos, las subidas a Bellver por las escaleras… Porque, a ver, ¿cuántas veces subió Rocky las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia…? Pues yo, las de Bellver, las he subido más veces. Eso sí, andando, no corriendo, como él.    Por tanto, si Stallone va ya por el Rocky V, yo, al menos, debo de ir por el Jurgen VI, o VII. Y es que a la vida te la tienes que tomar así… ¿Qué gano yo quedándome en casa, esperando…? Mejor vivir, ¿no? Y más, repito, cuando, como yo, estás rodeado de la gente tan buena como la que me rodea, que me respalda en todo lo que hago… Y luego piensas en que la Ciencia sigue avanzando a una velocidad vertiginosa, y si encima tienes ganas de vivir… ¿Por qué no intentarlo las veces que sean necesarias?».

Tratamiento Rick Simpson

Por ello, Jurgen no teme enfrentarse por sexta vez al quirófano. «Desde que me operaron por primera vez, el doctor me dijo que tenía que pasar revisión cada seis meses, por si había algo. Cinco veces lo ha habido y cinco veces me han operado. Ahora dicen que puedo entrar por sexta vez… ¡Pues adelante! Mientras tanto me preparo a base del llamado tratamiento de Rick Simpson, tomándome 60 gramos de aceite de cannabis, que yo mismo me preparo a base de diez cepas distintas de cannabis, durante 90 días, aumentando la dosis cada cuatro. Es una rutina y al mismo tiempo un entretenimiento. Luego vendrá la operación… Pues ¡que venga…! Ahí estaré… Sí, qué duda cabe de que cada vez se lo pongo más difícil al doctor y a su equipo, ya que mis tejidos están ya muy castigados después de tantas intervenciones. Pero yo confío en ellos, sé que estoy en buenas manos y que lo van a hacer bien. Como siempre…». Y apostilla: «En realidad, si he de pasar otra vez por el quirófano, es, en parte, culpa mía. No por el mal que tengo, sino por no haber hecho dos cosas, una que tiene que ver con mi azúcar, que no he cumplido, seguramente por la euforia, y dos, porque he dejado de hacer un tratamiento fuerte de cannabis, lo cual no volverá a suceder más».

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Manjuel Torreiro, autor de ‘Parusía’.

Dos libros para leer

Estamos leyendo dos libros a la vez. Lo hacemos en el tiempo libre, a veces en casa, a veces en la terraza de un bar… Los libros son, Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, y Parusía, del cubano de nacimiento, aunque ciudadano del mundo, además de residente en Palma, Manuel Torreiro Suárez, a quien nos presentó Miguel Soler. De Robinson Crusoe poco os puedo contar que no sepáis. Sin embargo, os recomiendo que lo leáis, o releáis. En cuanto a Parusía –625 páginas, de las que llevamos ya leídas más de 200–, veréis que os va a enganchar desde el principio. Desde el momento en que el protagonista, el comandante Mel Townsend, en aquel 16 de marzo de 2036, os cuente que sobrevuela con su nave un espacio muy alejado de la Tierra, al que no suelen llegar los aviones más preparados; un espacio en que va a depositar las cápsulas funerarias –así las denomina Torreiro– conteniendo las cenizas de millonarios que buscaban en ese lugar, muy alejado de cementerios terráqueos, el descanso eterno. Urnas que, además de las cenizas, llevaban unas mini esferas con    los datos más importantes y las imágenes de la persona que las había originado tras haber sido sometida a las altísimas temperaturas del horno crematorio; persona, por otra parte –y como hemos dicho–, perteneciente a la más altísima sociedad de La Tierra, que incluso después de muerta elegía un lugar diferente y, desde luego, inalcanzable para el resto de los mortales, puesto que el precio que pagan por ello –además del de la cápsula en sí, hecha de un material especial, el de la ingeniería genética que lleva, y el del transporte en transbordadores orbitales Delta, hasta muy cerca de la órbita lunar–, no está al alcance de los ricos.

La empresa para la que trabajaba Townsend, la PSD ( Peacefully Space Dream) pertenece al denominado Consorcio, en la que está incluida, además, la OTT (Orbital Tourist Tours), especializada en viajes turísticos fuera de la atmósfera terrestre. Todo esto solo en las dos primeras páginas, lo cual, sin duda, despierta el interés del lector para ver cómo sigue, por lo que continúa leyendo, que es lo que nos ha pasado a nosotros. Porque esto es solo el principio, ya que Parusía gira alrededor de otras muchas más cosas, algunas de las cuales van enlazándose entre sí, entre ellas los misterios del cristianismo, Jesucristo y su posible regreso a la Tierra…. Y aquí lo dejamos.

Según cuenta el autor, comenzó a escribir el libro el día de su 50 cumpleaños, acabándolo nueve meses después, «como si de un embarazo literario se tratara». De Torreiro diremos que muchas de las cosas que ha escrito han sido porque las ha vivido, visto, o ha investigado –o las tres cosas–, lo cual le ha convertido en un viajero hasta el lugar que ha movido su interés. Ha estado en el Himalaya tratando de descubrir la existencia de Shambhala, un lugar mítico, cerca del Tibet, al que solo pueden llegar unos pocos elegidos, y donde no existe ni la vejez ni los sufrimientos. O navegar por distintos mares buscando la Atlántida. Pues por todas esas cosas nos enganchamos a Parusía, una historia con la que seguimos sorprendiéndonos…