Tomeu Pizà retira con sumo cuidado las cajas de los panales artificiales.

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Empecé con el tema de la miel de pequeño. En la finca de mis padres la recolectábamos para comer todo el año, como sucede con la sobrassada». Tomeu Pizà, nacido en Campos hace 73 años, es pagès de toda la vida. Su último trabajo, antes de jubilarse, fue en la possessió de Son Granada, en Llucmajor. «Volví a la apicultura hace 30 años, junto a mi amigo Jaume, de ‘Ca’n Butxaca’. Formo parte de la Associació d’Apicultors de Balears y ahora me ocupo de medio centenar de cajas de abejas distribuidas por Son Granada, Sa Bassa Plana y Capocorb», señala mientras se embute en el traje protector y se dirige a los panales artificiales, esas cajas donde en celdas artesanales las abejas fabrican su preciada miel.

«Este año hay muchas cajas vacías. El cambio climático afecta a estos seres vivos de gran inteligencia. Además, ha llovido tarde, a destiempo, y a muchas no les ha dado tiempo de hacer miel», indica l’amo en Tomeu, a quien demandan este preciado alimento amistades de Mallorca y visitantes que se la llevan a Madrid, Francia y Argelia. Sobre las abejas, este pagès de soca-rell también tiene la teoría de que son parecidas, en ciertos aspectos, a las personas. «Ha habido cajas sin ni una gota de miel porque las abejas se asemejan a los seres humanos en una cosa: las hay trabajadoras y las hay que no lo son tanto». Un dato curioso es que las abejas reina viven cinco años y las obreras solo 28 días.

Tomeu Pizà, con la miel durante el proceso natural de preparación.

Lo que sí pueden asegurar quienes forman parte del proceso recolector de miel en Son Granada, Sa Bassa Plana y Capocorb es que este manjar es 100% natural. Se retiran las cajas de los panales artificiales, se rascan los cajoncitos que llevan, se centrifugan para extraer la miel, se cuela y se deja reposar durante un mes. Y ya se ha conseguido miel pura, sin ningún aditivo, conservante ni colorante.