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Por mucho que la lentitud caracterice a sus competidores, la prueba no ha perdido ni un ápice de emoción. En el marco de la vigésima edición de la Fira del Caragol, el núcleo palmesano de Sant Jordi ha acogido este sábado por la tarde su tradicional carrera de caracoles, en la que más de 150 niños han hecho correr a sus gasterópodos a toda la velocidad que su compleja musculatura es capaz de generar.

En la plaza de Sant Jordi se han congregado centenares de personas; la prueba se esperaba con emoción pues, a causa de la pandemia, llevaba dos años sin celebrarse. A las 16 horas han comenzado a llegar los primeros participantes y, dos horas después, todavía había niños apuntándose. En tandas de tres grupos de siete, los niños colocan a sus caracoles, caragolins y bovers, en listones de madera, de 90 centímetros; pulverizan agua sobre la pista, sujetan a los moluscos y, dado el 'sus', liberan a sus corredores. A modo de reclamo, colocan hojas de lechuga frente a los animales, que se afanan por alcanzar su recompensa.

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La competición parece sencilla, pero puede llegar a enrevesarse. Sin tocar al animal, unos los guían para que no salgan del circuito; otros lo dan todo para que sus caracoles salgan de la concha. Por ello, algunos niños, como Laura Navarro, de «cinco años y medio», deciden convocar a un caracol suplente, por si el titular no da la talla, «los hemos cogido hoy y ya se quieren escapar», comentaba Laura, que no apartaba su mirada de Uni y Escapador. Resulta llamativo cómo una carrera de caracoles puede resultar tan emocionante. Y sino que se lo digan a Dani Cirer quien, acompañado por su abuela Marilena Mut, ha celebrado con ilusión la primera victoria de la tarde, protagonizada por su caracol DRayo. «Es un caracol salvaje, del huerto de Son Pelat, y lo ha cuidado la abuela», afirma Marilena entre risas, contenta con la victoria de su nieto.

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Este domingo la Fira arrancará a las 9 horas con el cercavila de los Xeremiers de Sant Jordi y, media hora después, se inaugurará de forma oficial, con la venta y degustación de caracoles y productos típicos, una muestra de animales de razas autóctonas, la exposición de un molino tradicional del Pla de Sant Jordi, una ensaimada de dos metros de diámetro y diferentes talleres infantiles y familiares.