Detalle de la extensa devedeteca, con una selecta muestra de cartelería del cineasta Luis García Berlanga. | miquel a. canellas

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Dicen que nada muere mientras es recordado. Hablo del cine Recreatiu de Llucmajor, al que todos conocían como Cas Coix, una de las salas que dotaban la cultura del séptimo arte en la Isla; ya saben, uno de esos rincones en los que al desmayarse la luz comparecía la magia. Salas de techos encumbrados, con butacas de madera, sesiones dobles y ese olor a zotal dominando el ambiente. De aquellas proyecciones, en las que en vez de palomitas, la gente se aprovisionaba de chocolatinas que traían de casa, ya solo queda su lejano recuerdo, como una foto raída por el tiempo. Hoy, de las cenizas de Cas Coix nace Popster, un local que ningún cinéfilo debería ignorar. ¿Los motivos? Para empezar, es el único video club que sigue en pie en toda Mallorca; y, de propina, porque posee una abrumadora colección de pósters, muchos de ellos originales. «Alrededor de veinte mil», confirma Biel Thomàs, bisnieto del fundador del Teatre Recreatiu, en pie desde 1877, y donde desde 1921 comenzaron a programarse películas.

Arqueología emocional

Popster, el refugio del cinéfilo más sibarita, alberga junto a la entrada, en un costado, la vieja taquilla del cine. Pura arqueología emocional. Y toda una declaración de intenciones de cuanto se cuece en el interior de esta devedeteca, donde además de comprar o alquilar títulos clásicos (Casablanca), contemporáneos (Uno de los nuestros), o de rabiosa actualidad (El método Williams), podemos hacernos con un póster. Quizá surgido de las catacumbas del antiguo cine, como los restos del naufragio de una goleta que se fue a pique ante la irrupción de las multisalas y sus proyecciones cuantitativa y cualitativamente superiores. C’est la vie.

Biel recupera y reivindica la memoria colectiva de esa época en la que el cine constituía el opio del pueblo, escapismo en estado puro. La mayoría son hoy bloques de pisos, supermercados o edificios vacíos, en los que en la hora bruja se desliza el fantasma de ‘Fred Astaire y Ginger Rogers’, que cantaba Serrat. Amores imposibles, héroes en Cinemascope y hermosas damas desfilan en la penumbra del antiguo Cas Coix cuando Biel apaga la luz.

Hoy, allá donde King Kong se encaramaba –doncella en brazo– sobre el Empire State, encontramos una profusa colección de DVD y blu-ray, pósters no solo de cine, también de música, mitos de otro tiempo y héroes de nuestros días, así como un cuantioso bagaje de merchandising, la mayoría desarrollado en torno a las temáticas ya mencionadas, aunque también encontramos diseños con un marcado acento llucmajorer, pergeñados por el propio Biel. Un tipo atento, serio y culto, que muestra con orgullo la colección de carteles, la mayoría originales, de cintas de Luis García Berlanga que penden de las paredes. En agosto los cambiará por una selecta muestra de películas de Martin Scorsese o Sidney Lumet.