Marga Munar destaca el papel del teatro en la educación. | Pilar Pellicer

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Marga Munar (Palma, 1956) trabaja desde 1984 para la Regidoria de Educación del Ajuntament de Palma, a cuyo frente se encuentra en esta legislatura Llorenç Carrió. Maestra, pedagoga y con dos oposiciones superadas, lleva toda la vida estudiando, además de haber cantado en una coral y haber editado tres libros, uno sobre la obra pedagógica de Joan Mascaró, su gran referente, y otros dos sobre gastronomía casera. Madre de dos hijos y abuela de un nieto de un año, la gran labor de su vida ha sido coordinar, durante los últimos 25 años, la Mostra de Teatre Escolar de Palma, en la que participan cada año centenares de jóvenes de diferentes centros educativos de Ciutat. Se jubila este mes de julio, justo cuando el proyecto del que forma parte la Mostra, ‘Palma, Ciutat Educadora’, celebra su 40 aniversario. En la Mostra participan este año 37 grupos de teatro escolar, que actúan en los teatros municipales hasta el 10 de junio.

¿Cómo fueron los inicios de la Mostra de Teatre Escolar?
–Los primeros años, el Ajuntament ofrecía a los centros monitores de teatro que, conjuntamente con el docente que los solicitaba, preparaban una obra, que se representaba en el propio centro. En 1989, se decidió hacer la primera muestra conjunta, con 16 grupos. Desde entonces, se han aprovechado los teatros municipales para celebrar las diferentes ediciones. Más adelante, y después de algunos cursos sin celebrarse, se contó con la participación de Pere Mascaró, quién la coordinó durante tres años, de 1994 a 1996. A partir de entonces, yo he sido la encargada del proyecto. Este año, tras la pandemia, hay 37 centros apuntados, y la Mostra cumple 40 años con la mejor salud.

¿Se jubila con ganas o con resignación?
–Durante muchos años dije que no me quería jubilar, pero la verdad es que ahora mismo la perspectiva cada vez me atrae más. Tengo muchas ganas de disponer de más tiempo libre para dedicar a mis seres queridos y a mis aficiones. Veo a mis amigas jubiladas hacer un montón de actividades que me apetecen mucho, como salir a caminar, escribir,... ¡Además, por fin tendré tiempo para hacer teatro!

¿Cómo? ¿En todo este tiempo nunca lo ha probado?
–Pues no, en estos años he estado muy liada y no quería quitarle más tiempo a mi familia. Para mí, es muy importante pasar tiempo con los míos. Por eso, mi último libro, que saldrá este año, se titula Sencillo, sano y bueno. Cocinamos y comemos juntas. Una parte son recetas y la otra es una reivindicación de las comidas como el momento del día en el que las familias se miran a los ojos, hacen algo juntos y conversan de verdad.

Muy interesante... Pero no nos vayamos del tema. ¿Qué aporta el teatro a los estudiantes?
–El teatro es un recurso educativo de primera categoría que une a las personas con necesidad de expresar, despierta la conciencia individual para llegar a la del grupo y favorece el proceso de crecimiento al centrarse en el individuo, en su cuerpo, su voz, su corazón y su cabeza, para hacerle ser y sentir. El teatro trabaja también el sentido de la cooperación y el trabajo de equipo, sin el cual no se puede recorrer el proceso de montaje de una obra hasta llegar a presentarla sobre el escenario.

¿Qué es lo más bonito que ha vivido en estos años?
–Ver a niños ciegos, autistas o con parálisis cerebral sentirse totalmente integrados en una obra de teatro, de manera que el público ni se da cuenta, y que los demás niños los consideren uno más, al haberlos conocido haciendo teatro, y por tanto desde el corazón. El teatro derriba muchas barreras, ayuda a valorar y a aprovechar la diversidad. Un médico me dijo que en el escenario son capaces de hacer cosas que son impensables en el gimnasio durante las sesiones de rehabilitación. El espacio y el tiempo escénicos son mágicos y sacan lo mejor de nosotros.

¿Qué valora más del teatro?
–El teatro apela al corazón de las personas, y además lo hace desde una actitud positiva. No hay exámenes, ni notas, ni negativos, ni castigos. Cuando aparece una dificultad, se busca la manera de resolverla con imaginación, comunicación y trabajo en equipo. En una ocasión, poco antes de salir al escenario, a una niña le entró pánico escénico. La monitora le dio una goma que tenía por casualidad en el bolsillo y le dijo: ‘ay, perdona, se me había olvidado darte esto. Esta goma la llevaba una famosísima actriz en una ocasión en que estaba muy nerviosa antes de actuar, y al final bordó la actuación. Te puedo asegurar que, si la llevas, lo vas a hacer genial’. Por supuesto, funcionó, y desde entonces todos los monitores llevan una goma en el bolsillo, por si acaso. Esta anécdota resume perfectamente los valores del teatro, que es imprescindible que se integren en el sistema educativo.