Miquel Alzamora, responsable de Son Batlet, un centro con capacidad para albergar a una gran cantidad de canes. | Pere Bota

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La mayoría de mascotas no toma un vuelo para conocer mundo junto a sus propietarios, que observan cómo crecen los factores a la hora de planificar sus vacaciones. ¿Qué hacemos con el perro? En la respuesta a esa pregunta nace un negocio en expansión: las residencias caninas, que esta pasada Semana Santa colgaron el cartel de completo. Lanzarle la pelota, ponerle agua fresca, reponer el pienso o sacarlo a pasear, acompañado de alguna sesión de fotos ocasional para que el dueño calme su añoranza, son algunos de los quehaceres cotidianos de estos centros, cuyos precios oscilan entre los 10 y 25 euros al día.

Dicen que donde hay necesidad existe un negocio. Y lo cierto es que cada vez más residentes en la Isla dejan a su mascota en uno de estos centros para disfrutar de unos días de descanso. El florecimiento de estas residencias se debe, simple y llanamente, a la irrefutable ley de la oferta y la demanda. De ahí que cada vez más emprendedores sean convocados por este segmento, como Luis Campuzano, un mallorquín de 57 años cuya vida dio un volantazo cuando dejó su trabajo como funcionario «para dedicarme a lo que realmente me llena». Así nació Sa Caseta, un centro de hospedaje canino enclavado en Algaida, donde cuidan a los animales «como si estuvieran en su casa». Aquí no hay jaulas ni cadenas, de hecho, «toda la casa está preparada para ellos, les dejamos que se muevan por donde quieran», aclara Luis, que durante las pasadas fiestas ocupó todas sus plazas, que en su caso comprenden la acogida de una pequeña manada de no más de siete ejemplares. «Tenía la Pascua cubierta desde principios de marzo y me consta que el resto de centros también estaban llenos».

PALMA - MASCOTAS en buenas manos.
Luis Campuzano dirige la residencia canina Sa Caseta, localizada en Algaida.

Maria de las Heras coordina Patas Arriba, un hogar para mascotas ubicado en Ciutat que se precia de brindar un trato ultra personal. En su caso, también tenía cubierta la agenda con antelación, desde enero, y asegura que «conforme se acercaba Semana Santa me despertaba con mensajes de peticiones». Shaggy, un joven podenco ibicenco adoptado, no le quita ojo mientras se explica. El vínculo que establece con los animales es innegable. «Están conmigo las 24 horas, no los dejo nunca solos, es una atención muy personificada». En sus manos, los canes disfrutan de paseos por la playa y la montaña. «Los perros tienen emociones y cuando se va su dueño lo pasan mal, por eso yo intento que estén cómodos. Suelo coger dos como máximo». Patas Arriba amplía su servicio con fotos, mensajes y vídeos para tranquilidad de los dueños, quienes al recoger al animal reciben «una foto hecha con Polaroid en una bolsa con un lacito».

Maria de las Heras, de Patas Arriba, brinda una atención personalizada.

Son Batlet ofrece un servicio distinto, condicionado por «el volumen de perros que alojamos», explica Miquel Alzamora, responsable de este centro que en las pasadas fiestas estuvo ‘hasta arriba’. «Tres semanas antes ya teníamos nuestras 60 plazas llenas, y había una lista de espera con 20 animales. Algunos pudieron entrar debido a cancelaciones de última hora», apunta. En este centro, cada perro dispone de una amplia jaula individual, así como acceso, también individual, a un patio que queda cerrado por las noches. «De día, cuando limpiamos las jaulas, los animales pueden ir a uno de los doce patios que tenemos, hay de césped, de piedra marina, de pavimento…». El propietario «puede contratar algún paseo extra», advierte. Debido a su alta ocupación, «no podemos enviar fotografías a todos los propietarios, pero pueden contactarnos por teléfono o mail y les explicamos cómo está su mascota. Además, colgamos fotos personalizadas en nuestro Facebook».