Jaume Vaquer junto a su colección. | Pere Bota

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Para Jaume Vaquer, la viñeta es un espacio de fantasía. Un mundo infinito y fantástico, territorio de héroes irreductibles, villanos impíos y femmes fatales. No es más que tinta y papel, pero de su trazo creativo nacen historias que te atrapan en su subyugante imaginario. A Jaume los cómics le picaron la curiosidad a temprana edad, hoy sus estanterías atesoran más de 62.000 ejemplares que rinden un apasionado culto al humor gráfico, la ciencia ficción y a una enorme variedad temática, tan grande como las estancias que este farmacéutico destina a la acumulación de pequeñas obras de la cultura pop.   «Está muy oscuro, no van a salir buenas fotos», espeta el fotógrafo cuando se encarama a la amplia buhardilla, compartimentada en diferentes espacios, que custodia la colección. «La luz daña la tinta y amarillea el papel», desliza resignado nuestro protagonista, considerado uno de los mayores coleccionistas de originales de Europa.

Nacido en Palma, se licenció en Farmacia en Barcelona, aunque bien podría haberlo hecho en Historia del Cómic. Su conocimiento enciclopédico de la materia es realmente apabullante. Lo sabe todo. Publicaciones nacionales, inglesas, norteamericanas y de otras procedencias se acumulan en sus cajones y estanterías que, como buen farmacéutico, ordena con rigor científico. Junto a Vicente García, fundó en 1994 la revista Dolmen, a la que aportó artículos y reseñas, antes ya colaboraba con Planeta en Cómics Forum, redactando artículos, traducciones y llevando la sección de correo con el lector. Hoy cuenta con un blog que es más bien un manantial de sabiduría, donde puede abrevar todo aquel que lo desee: Neuras y paranoias. También dispone de un canal en YouTube, donde analiza novedades editoriales, escudriña el contenido de diferentes festivales del gremio y, en definitiva, decanta su enriquecedora visión del fenómeno ‘comiquero’.

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Jaume Vaquer sostiene un valioso ejemplar del cómic ‘Caballero luna’.

Desde la infancia

El capitán Trueno, Mortadelo y Filemón, Roberto Alcázar y Pedrín, Blue Bolt, Archie, Hazañas bélicas y Superman, entre otras muchas publicaciones, grabaron a fuego la infancia de los padres y abuelos de quienes hoy rebuscan en las estanterías de cómics tras la pista de nuevos héroes de tinta. De niño, Vaquer sació su apetito con material editado en España, aunque no tardó en ensanchar sus miras geográficas. Esa riqueza, esa variedad, forjó su gusto transversal, del que hoy se nutren sus estanterías, repletas de casi todo lo que se puede encontrar, desde los grandes clásicos a una increíble cantidad de rarezas y codiciadísimas ediciones. «No sé cuánto dinero he invertido, prefiero no pensarlo», desliza socarrón. Los tiempos cambian, como reza el eslogan popularizado por la serie The Big Bang Theory, pero la fascinación que despierta el mundo del cómic no decae. El éxito de esta serie es indicativo de una cultura que nació con las historietas y se desplazó desde la periferia cultural hasta su mismo epicentro comercial. Lo comprobamos cada vez que se estrena una nueva cinta de superhéroes. Por cierto, ¿quién es el más poderoso, el que se alzaría vencedor en una hipotética pelea fratricida? Jaume no duda ni un segundo: «Superman. A ver, ¿cuál es su problema? La criptonita. Vale. ¿Y cuánta tienes en casa? No tengo. Pues ya está», desliza entre risas.

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Una de sus ‘joyas de la corona’: un ejemplar firmado por Stan Lee.

Como toda mente enciclopédica, Jaume posee además una extraordinaria memoria, que agita, cual varilla mágica, para catapultarse a sus primeros recuerdos, ya atravesados por historietas gráficas. «Debía tener dos o tres años y mi tía Asunción me leía los primeros Mortadelo y Filemón. Recuerdo que se moría de risa y yo disfrutaba muchísimo». Se describe como «un ávido lector», movido por lo que llama coloquialmente ‘venadas’. «A veces me daba por leer cómics de superhéroes, luego cómics mexicanos y más tarde me repasaba los de Bruguera». Su pasión transversal por la lectura le hizo aprender inglés e italiano –el francés lo lleva de serie por prescripción formativa–. Para acabar, Vaquer asegura que lo más codiciado en este mundo «son las ediciones raras, antiguas y con escasa edición que estén en buen estado de conservación». En ese sentido, «los primeros números de Batman y Superman podrían costar varios millones de dólares».