Jordi López realizando pruebas a su peludo paciente. Damos constancia de que Lenni se mostró de lo más colaborativo. Un crack. | M. À. Cañellas

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Jordi López (Sant Joan Despí, 1976) se desempeña en una rama poco conocida de la veterinaria: la cardiología. Conoció a su pareja, una veterinaria mallorquina especializada en oftalmología, en Barcelona. Pusieron rumbo al Reino Unido, donde ampliaron su formación… y la familia. A su regreso a la Ciudad Condal un hijo había entrado en la ecuación, y «ya sabes como son los mallorquines, les tira mucho su tierra». No le quedó otra que volver a hacer las maletas, esta vez para asentarse, definitivamente, en sa Roqueta, donde fundaron Memvet, un centro de referencia veterinaria. El trabajo de Jordi comprende diferentes áreas, aunque siendo reduccionista podríamos describirlo como ‘veterinario del corazón’.

«Examino casos de animales que tengan algún signo clínico relacionado o bien con el sistema cardíaco o los pulmones». Solo recibe por referencia, es decir, a aquellos animales que le envía un veterinario generalista. «En la clínica hacemos ecografías, ecocardiografías, fluoroscopia, TAC de tórax… creo que somos el único centro de Balears que puede hacer todo el rango de pruebas cardiovasculares necesarias para evaluar los casos». En ese sentido, nos explica que la patología más común en los perros es «el soplo, que es la enfermedad degenerativa de la válvula mitral, que con la edad se va gastando y no cierra tan bien».

En el caso de los gatos, el cardiólogo apunta a «la cardiomiopatía hipertrófica, que se da cuando el músculo se hace más grueso con la edad». Jordi, que además de ejercer en el centro veterinario, es Cap de Serveis de Cardiología en la Facultat Veterinaria de la UAB, nos explica que, como sucede con las personas, un animal con problemas de corazón puede llevar una vida normal. «Trato de cronificar al máximo las enfermedades, aunque algunos casos se solucionan con una operación. Luego hay problemas valvulares que, aunque son operables en personas, en veterinaria aún nos quedan unos años para poder hacerlo».

Estas enfermedades inoperables suelen tener un coste importante en medicación, que «depende de las personas, ya que para algunos 50 euros para que su animal esté bien es poco y mucho para otros». Jordi se muestra satisfecho con el índice de recuperación que experimentan sus peludos pacientes. Aunque también se encuentra con situaciones embarazosas, en estos casos «siempre le digo a los propietarios que lucharemos el caso mientras el animal tenga una calidad de vida aceptable. A la que su calidad de vida no es buena y el animal sufre, no tiene sentido». El cardiólogo reconoce que uno de los aspectos más gratificantes de su labor se da «cuando llega un animal que necesita un marcapasos, suelen llegar fatal, su corazón va demasiado lento y por tanto no pueden hacer mucho ejercicio porque se cansan enseguida e incluso se desmayan. Y en el momento en el que se lo pones vuelven a estar perfectos», añade con satisfacción.

Su labor, gratificante en esencia, discurre por derroteros menos afables cuando pierde a un animal, algo que siempre deja una factura emocional. «En el mundo veterinario hay un alto índice de suicidio, nos implicamos mucho en los casos y a veces te induce a tener problemas psicológicos».