De izquierda a derecha, Alejandro González y Xisco Méndez posan junto al grueso de su colección a radiocontrol. | miquel a. canellas

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A sus 47 años, Xisco Méndez pertenece a la denostada Generación X, también conocida como la Generación Peter Pan por su resistencia crónica a madurar y encajar los golpes de la vida con la entereza que tuvieron sus padres. Naturalmente, no es una patología común entre los nacidos entre los 70 y los 80, pero sí un patrón extendido entre muchos, demasiados, de ellos. Almas sensibles reacias a matar al chaval que aún llevan dentro. De ahí su pasión por el cine, la música y, naturalmente, los juguetes que enmarcaron su adolescencia. En esa categoría entran los vehículos a radiocontrol, sin lugar a dudas el regalo soñado por cualquier chaval de la época. De hecho, aún hoy siguen siendo un codiciado objeto de deseo entre hombres hechos y derechos como Xisco, al que su primer auto a radiocontrol le cayó a la edad de catorce años. Desde entonces cultiva su pasión por la velocidad ‘en miniatura’.

En la pista, donde cosechó premios en diferentes categorías durante su periplo competitivo, se le conoce como ‘Xisquillo’. Este palmesano de trato afable y cercano, no ha perdido su «pasión por este hobby que me conquistó de niño». Confiesa que en sus inicios «me pasaba el día en Sandros, la tienda donde vendían los coches y sus repuestos, parecía que trabajaba allí de la cantidad de horas que pasaba». Tras iniciarse con un modelo básico, cortesía de sus padres, «mis primeras adquisiciones serias fueron el modelo tope de gama de Nikko, el Super Sprint. Con ese coche me introduje en la competición en circuitos de tierra, antes eran todos así, corrías con neumáticos de tacos para un mejor agarre».

Su afición fue creciendo, «la tienda me patrocinó, fui el primer piloto del Team Sandros, y luego pasé a la categoría reina en Europa, la de explosión». Habla con nostalgia de aquellos poderosos motores de gasolina, que «en Mallorca hemos tenido que reconvertir a batería porque la gente se quejaba del ruido». No es un formato nuevo, la batería ya se usaba hace años, pero ahora «son más baratas y ofrecen mejores prestaciones».

Campeones

Afirma Xisco que «Mallorca es cuna de campeones, hay un señor que se llama Raúl Peris que ha sido campeón de Europa y subcampeón del mundo, además de varias veces campeón a nivel estatal. Otro gran piloto fue Toni Fernández, un crack en el tiempo de los motores de explosión, formábamos parte del Team Sandros».

El rango de velocidad que pueden alcanzar estos pequeños engendros oscila entre «los 40 km/h de los modelos más sencillos, hasta los ciento y pico de los coches con motor de explosión». Añade Xisco que el récord lo tiene un americano que «en una pista oval se acercó a los 200km/h». La globalización ha alcanzado al coste de los vehículos. «Antes todo venía de fuera, había pocas marcas y era un hobby muy elitista, resultaba caro. Ahora por un cuarto de aquel precio tienes un coche con repuestos. Es mucho más barato», sentencia ‘Xisquillo’, quien hace tiempo que dejó la competición: «Ahora corro por placer».

Lo hace junto al resto de aficionados, «que aumentan en número», en un circuito improvisado en una zona apartada de Marratxí donde «no molestamos a nadie». Aunque suspiran por una pista en condiciones, donde dar rienda suelta a su pasión por la velocidad, como sucedía no hace tanto en el circuito anexo al Makro. «Hubo problemas y lo cerraron, ahora estamos creando una asociación de radiocontrol y pretendemos pedir ayuda al Ajuntament para que nos ceda un espacio». A este respecto, lamenta la «poca predisposición de las autoridades», sobre todo teniendo en cuenta «que en la Península los ayuntamientos ponen facilidades a los clubs de radiocontrol, pero por lo visto aquí no funciona así», incide.

Si Xisco encarna a la vieja guardia del radiocontrol, Alejandro González se sitúa en el extremo opuesto. A sus escasos veinte años simboliza el relevo generacional, «y no veas los dedos que tiene el tío, conduce de miedo», desliza su veterano compañero. Alejandro, como el propio Xisco, disfruta de la categoría más sencilla, de iniciación, la de los camiones. «Me gusta montar y desmontar el motor, te diviertes mucho, es muy adictivo. Además la inversión es mínima, apenas cuesta 150 euros». En ese sentido, Xisco añade que «esta modalidad está creando furor en Europa, al ser tan económica si te das un golpe no te importa. Antes era distinto, había mucho dinero en juego».