Los modelistas se reúnen todos los domingos en el Parc de la Mar, a los pies de la Seu, donde pasan la mañana probando sus trabajados buques a escala. | Pere Bergas

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El rutinario trajín en las calles de Palma se paraliza en las mañanas dominicales, cuando una silenciosa quietud arropa cada uno de sus rincones. Entonces, en la ciudad sosegada, es posible observar escenas ocultas en la actividad cotidiana. Algunos integrantes de la Asociación de Modelismo Naval de Mallorca se reúnen cada domingo en el lago del Parc de la Mar, donde hacen navegar sus barcos a escala. «El modelismo estático es más común que el dinámico. Aquí unimos la construcción con la navegación. Esta asociación cuenta con miembros de todas las edades, desde los 20 a los 80 años; suele ser gente muy inquieta, a la que le gusta tocar muchos ‘pianos’. Algo bonito de la afición es que nunca dejas de aprender de los demás», afirma el presidente de la asociación, Felip Munar.

A los mandos del radiocontrol, los modelistas hacen que sus embarcaciones se deslicen gráciles y veloces en el estanque. «Para disfrutar necesitas paciencia y trabajo; estudié un poco de ingeniería naval por mi cuenta. Además, la afición es algo cara, pero muy satisfactoria. Puedo tardar un año en hacer un llaüt capaz de navegar. Son las barcas más estables», explica Jordi Dalmau, de 77 años, aficionado al modelismo desde la tierna edad de los nueve años.

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El modelista Jordi Dalmau, de 77 años, aficionado desde que tenía nueve años, maneja unos de sus ‘llaüts’.

«En el mundo del modelismo es más habitual construir aviones o barcos. Todos vamos a comprar las piezas a la misma tienda, o por Internet, que hoy facilita mucho las cosas. Hay quien se acerca y te dice que le parece una afición estúpida. No comprenden que disfrutamos de ver cómo navegan unas embarcaciones a las que les hemos dedicado muchas horas», comenta Toni Díaz, que lleva cuatro décadas dedicado al modelismo naval.

A lo largo de la mañana los curiosos se detienen frente al grupo, para observar cómo navegan sus barcos o preguntarles sobre su construcción. Dedicado a diferentes divertimentos, Tolo Deià forma parte del grupo desde hace cuatro años. «Hace años tenía muchos bonsáis. Como se mueren, aprendí a dibujar y los pinté al carboncillo para conservar un recuerdo. Siempre he navegado con barcos de vela, y tengo una buena colección de miniaturas sin motorizar. Este pasatiempo lo heredé de mi padre; era un gran modelista, sobre todo de aviones. Como vivo cerca de Son Bonet me compré un avión teledirigido pero, cuando lo saqué a volar al lado del aeródromo, me lo requisaron. Al final acabé aquí».

El apunte

Un demandado trabajo artesanal

Algunos miembros de la asociación fabrican y restauran modelos para otras personas. Se trata de un laborioso proceso. Para la restauración de una fragata del siglo XVIII de más de tres metros, Felip Munar invirtió siete meses de trabajo. En la construcción existen dos posibilidades. La más sencilla es utilizar un kit, en el que los barcos vienen prefabricados, con las piezas cortadas y un manual para el ensamblaje. También se pueden construir desde cero, a partir de planos. El modelista se encarga de todo el proceso: escoger escala, tomar medidas, trabajar los materiales y los acabados, así como la motorización.