Los vecinos tienen el mérito de saber conservarlas. | Click

TW
1

De entre las calles más bonitas que puede haber en Palma, y más exactamente en su casco antiguo, nos quedamos con dos que parecen una, pues son seguidas. Nos referimos al Carrer del Bastió d’en Bernat y a Pere Quetglas ‘Xam’. No son muy muy largas, ni incluso si las juntas. Pero sí distintas a casi todas las demás. No tienen bares, ni tiendas… Relativamente, y aunque por ella, cuyo suelo es un empedrado limpio que para sí lo quisieran ciertas calles y plazas más céntricas, puede circular un vehículo en una sola dirección, no son anchas, y encima en uno de sus laterales se alinean una serie de bolardos que la hacen más estrecha, si cabe, pero sin que ello merme su funcionalidad como calle.

Estéticamente, perfectas

En cuanto al diseño de puertas y ventanas es pura armonía, que además sintonizan con el color de sus paredes en las que no vemos ninguna pintada… Que solo las hay en la del único solar que queda por edificar, sito casi al final de la primera calle, sobre cuya tapia dormita un gato persa que ni se inmuta cuando pasa la gente, dando la sensación de que es un elemento más de ella. Llama también la atención ver cómo al principio de la de Xam hay una pequeña zona señalizada en la que aparcan bicicletas y motos, seguramente de los vecinos, y que no interfieren para nada, ni en el tráfico rodado, ni el de los transeúntes, que suele producirse de tarde en tarde.

Lo único que nos parece que no pega en tan singular lugar es la pancarta reivindicativa que alguien ha colgado en un balcón. ¡Ojo! Nada tenemos en contra de quienes reivindican, puesto que cada uno es libre de opinar. Pero ahí, y así, es como si le hubieran puesto dos pistolas a un Cristo.
Por lo demás, enhorabuena a los vecinos.

Se hace, pero todavía queda...

Pese a que algunos defectos urbanísticos van subsanándose poco a poco –ponemos como ejemplo el estado de la plaza de Cort; concretamente ese lugar, junto al olivo, en el que habían saltado los ladrillos, y que ya, tras muchas veces de insistir, ¡por fin! ha sido reparado, pero ahora es necesario que se pongan manos a la obra para la remodelación total de la plaza; o los diez alcorques sin árboles de la calle Aníbal, que denunciamos aquí hace dos semanas, que ya los tienen, pues recientemente los han plantado, por lo cual vaya también nuestro aplauso–, el ciudadano de a pie, sobre todo el que vive en barriadas que no son caladero de votos de los que gobiernan, como, por ejemplo, Son Rapinya, no entiende cómo hay zonas, como la calle Nuredduna, en la que Cort gasta mucho dinero en peatonizarla, y a Son Rapinya no le cae ni la pedrea, poniéndonos como ejemplo el estado de las rotondas, o el de algunas aceras como la de la calle Extremadura, a la que suponemos única en la ciudad por como está. Destrozada completamente, sobre todo a la altura del árbol que con sus raíces la ha hecho saltar por los aires, dejando en el lugar como una especie de paisaje después del bombardeo.

UHPPCORT.jpg
Plaça de Cort, ¡por fin están arreglando parte del piso...! Pero queda por hacer...

¡Ah, bueno! En la vía principal de Son Rapinya, junto a la escalera que lleva a la sede de la Asociación de Vecinos, hay un parterre rodeado por una valla oxidada, parte de ella caída, que está así desde hace muchos años. ¿Qué pretenden hacer con él…? Porque dicha chapuza, en cuanto a imagen, ni beneficia a la Asociación de Vecinos, ni al banco que hay delante, ni al Ajuntament. Y suponemos que a los que viven en su entorno no les gusta verla cada día ahí. Así pues, quiten tan cochambrosa valla, siembren plantas en la parcela y veréis cómo cambia el panorama.

Acera de la calle Extremadura, de Son Rapinya: peor, imposible.

Por otra parte, no muy lejos de ahí, en Son Peretó, nos llama la atención ver solares que podrían convertirse en plazas, pero que sin embargo siguen sin vallar, ni asfaltar, y con baches por todas partes. Que adecentándolo, podrían tener un uso público. Y eso, seguramente, costaría mucho menos de lo que ha costado arreglar la citada calle. Y es que, como decimos, el vecindario de dichas zonas no entiende cómo en una calle se gastan tanto dinero, y en su barrio apenas nada.