Está claro que a la hora de entrar y salir de la bañera no lo tiene fácil... Por no decir imposible. | Click

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Antonia Cobos Mayo, de 59 años de edad, natural de Antequera, reside en Mallorca desde 1981. En la actualidad vive en Lloseta, en una casa del Ibavi –según dice que le han asegurado– «adaptada para minusválidos», pues ella lo es, ya que desde hace 19 años va en silla de ruedas a causa de una enfermedad. «Que me pusiera mal fue durante el divorcio, que no fue amistoso. No quiero decir con ello que influyera en mi enfermedad, pero tampoco ayudó».

Tras echar un vistazo a varios papeles con membrete oficial, nos dice que «mi grado de minusvalía es el 2, por eso me asignaron esta casa y una paga no contributiva de 755 euros, de los que debo descontar cada mes los 200 euros de alquiler, lo que me gasto en vivir y, cuando viene, el recibo de luz, que el último ha ascendido a 368,82 euros, por lo cual me he quedado con menos de 200. Con ello he de pagar algunas medicinas y jarabes que no entran en el seguro, como unas pastillas que me ayudan a defecar y cuesta cada caja 9 euros». Aparte de todo lo que tiene, añade que «llevo ya tres operaciones de columna, dos de útero y estoy esperando a que me operen de coxis». Pero no nos invita a que la visitemos en su casa de planta baja de un edificio del Ibavi, en Lloseta, para quejarse de sus operaciones, ni de lo que cobra y de lo que paga de luz –que se queja, sobre todo de esto último, ¡y quién no!–, sino de cómo es su casa.

Un paseo por la casa

De entrada, notamos cierto desorden, aunque ella sabe dónde están todas las cosas. «Y eso está así, primero, porque la casa no tiene ningún armario, y segundo, porque la persona que me prometieron que vendría a ayudarme una o dos veces a la semana, desde hace mucho tiempo no ha venido». Por otra parte, tras ver el dormitorio, notamos que sola lo debe de tener complicado para desnudarse, ponerse el camisón, o lo que se ponga para dormir, y luego pasar de la silla a la cama, pues en esta no vemos dónde pueda asirse. «Por eso, tengo que acercar la silla a la cama, con los brazos ayudarme a salir, quedando tumbada de espaldas y, como puedo, recolocarme, que pese a que lo hago cada día, no me es fácil».

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De no ayudarse con la escoba, no podría abrir la ventana. No alcanza, es evidente.

Pasamos al cuarto de baño preparado para minusválidos. Nos llama la atención el suelo, completamente encharcado. «¿Qué ha pasado? ¿Fuga de agua…?», le preguntamos. «En absoluto, es el agua de la ducha –dice–. Si se fija, sobre el inodoro hay un asiento especial que he comprado, en el que me siento y con la manguera de la ducha, me ducho. Por eso hay agua por todas partes –desde su silla señala alrededor–. Porque lo suyo sería poder bañarme en la bañera, pero es que… ¿Cómo lo hago…? ¿Dónde me agarro para pasar de la silla a la bañera, y luego, cómo salgo de la bañera para sentarme en la silla…? Sí, ahí, en la pared, hay unos hierros, pero a mí no me sirven. A una mujer que vive sola, si no tiene alguien que la ayude, eso no le sirve. Por eso, como puedo, me siento sobre el inodoro y me ducho…. ¿Entiende por qué hay tanta agua en el suelo?».

Pasamos a una habitación. «Si quiero abrir la ventana para que entre la luz, o para que se ventile, como verá, no puedo: la manecilla está tan alta que no alcanzo, por eso tengo que apañármelas con una escoba, si no lo hago, me tengo que quedar con la ventana cerrada». Nos lleva a la entrada. En la pared en que está la puerta observamos que la ventana está rota, por lo que ha tenido que poner unas cintas adhesivas para que no se abra. Igualmente, ha tenido que colocar otra en el interruptor de la luz, también roto…

Le preguntamos si ha dado parte de todo eso al Ibavi. «Sí, pero me han dicho que esto es cosa del Ayuntamiento. Como no hay manera de poder hablar con el alcalde, me comuniqué con la concejala para explicarle mi situación, y esta, el 14 de enero, me dijo que a partir de la próxima semana empezarán a ponerlo todo en marcha. Pero ha pasado la semana… ¿Y ha venido alguien del Ayuntamiento por aquí? No ha venido nadie. Pero me han dicho que vienen esta semana... Aunque ya veremos».

Evidentemente, necesita ayuda

Por último, echamos un vistazo a la cocina, que funciona con bombona de butano. Sobre una mesa vemos dos microondas, y delante de ella, una repisa con comida. «Mucha de esta comida me la mandó el Ayuntamiento en Navidades, pero es que según qué cosas no puedo comer. Yo como de lo que encargo en una tienda que, sin cobrarme un suplemento por traslado, me la trae a casa». Por tanto, y resumiendo, Antonia, acogiéndose a la Ley de la Dependencia, pide que le ayude una persona, al menos unas horas a la semana, que le arreglen el cuarto de baño en lo referente a la ducha, las ventanas de la casa, la ventana del recibidor, los enchufes que están rotos, que le empotren algún armario donde guardar la ropa, que le acondicionen la cama para que pueda pasar a ella de la silla sin tener que hacer los equilibrios y malabarismos que hace ahora para no pegarse un trompazo contra el suelo… Solo eso. «Porque si tengo que hablar de la cantidad de barreras arquitectónicas con las que nos encontramos los minusválidos de este pueblo, tendremos que concertar otra entrevista». Este martes nos llamó para decirnos que le habían avisado de que «viene alguien a casa para ver cómo es mi situación y qué se puede hacer para mejorarla, y.... Pues ya le diré si han venido».