El actor sueco-mallorquín Carlos Magnusson. | miquel a. canellas

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El frío no da tregua, la nieve lo cubre todo y a los habitantes se les recomienda permanecer en casa. Con semejante panorama, no es de extrañar que hicieran las maletas y pusieran pies en polvorosa. Con unos imberbes 6 años, Carlos Magnusson aterrizaba en la Isla procedente de la gélida Suecia. En su interior aún no se había despertado su pasión por la actuación, pero no se haría de rogar.

Hoy, con 57 primaveras, este sueco-mallorquín encaja como anillo al dedo en personajes secundarios, una suerte de antihéroe icono de normalidad. Su mirada pícara nos deja deslumbrantes pistas de lo que se cuece en su interior. Lo primero, que estamos ante un avezado en mundología, una asignatura de peso en la siempre compleja y bohemia carrera del actor. Rostro de párpados caídos, nariz prominente y labios abultados; su cuerpo no es fibroso, pero luce ágil. Sin duda, su apostura encaja con el prototipo convencional, de ahí que él mismo reconozca que «no poseo el clásico perfil protagónico, eso es algo que se tiene o no se tiene». Nada en Carlos Magnusson destaca especialmente y, sin embargo, su estampa está muy lejos de pasar desapercibida. Posee ese je en sais pas quoi, que dicen los franceses. Su registro casa igual de bien en un rol de tipo duro, a lo Humphrey Bogart; que como el abogado recio y burlón, a la vuelta de todo, que caracterizaba Gene Hackman en La Tapadera. Siente pasión por los personajes secundarios. El último que le cautivó fue el inglés Mark Rylance, el clásico ‘rostro conocido’ al que pocos aciertan a poner nombre. Su caracterización del excéntrico, impasible y un punto indolente millonario Peter Isherwell –un personaje claramente inspirado en el gurú tecnológico Steve Jobs– en la reciente No mires arriba ha renovado sus votos de pasión con la profesión actoral. «Lo que hace es brutal, viéndolo dan ganas de mejorar».

Convencional

Carlos, como tantos otros en su situación, no podría llegar a fin de mes sin el sostén de un trabajo convencional. «Estudié turismo y empecé a trabajar de recepcionista, fui subiendo en la profesión y, hasta hace cinco años, gestionaba dos hoteles rurales en el centro de la Isla, que compaginaba con mi labor en AENA, donde trabajo desde hace 14 años».

Pluriempleado es un concepto que se queda corto en nuestro personaje. Y aún le queda tiempo para la actuación, «siempre la he llevado dentro, desde los quince años». Aunque reconoce que, para triunfar en este campo hay que dar un salto sin red y poner rumbo a Barcelona o Madrid, «algo que nunca hice porque aquí estoy muy bien». Su vida podría haber sido muy distinta de haber prosperado en Derecho. «Comen- cé a estudiar la carrera, pero me aburría». Cuenta que un día estaba haciendo un trabajo y una reveladora certeza le atravesó como un rayo. «Miré el papel y luego miré a mi alrededor y sentí una desafección y desinterés tan grandes que me levanté y nunca volví».

Un poco más tarde, con apenas veinte años, sufrió otra epifanía. «Fue durante la época en la que estaba festejant a mi expareja, iba a buscarla el sábado por la tarde a su casa y me sentaba en el sofá a esperar que se cambiara. Para paliar la espera miraba el fútbol con su madre y un día me dí cuenta de que aquella mujer apenas me hablaba. Supe entonces que, o me integraba y dominaba el idioma de la gente del lugar donde vivo, o no iba a entender jamás como piensan». Hoy, no duda sobre su identidad. «No soy sueco, jo som mallorquí», apostilla con energía. Con todo, en ningún momento ha dado la espalda a sus orígenes. «Entiendo la idiosincrasia sueca, me relaciono con la gente del Norte y no tengo ningún problema porque encajo perfectamente, pero tengo mi vida hecha aquí», matiza.

Incursión

Nuestro protagonista se ha codeado con los mejores actores de la Isla, incluso se ha permitido alguna incursión a nivel internacional, caso de Mallorca Files, un título de la plataforma Netflix, en el que da vida a José Castana. «La experiencia fue breve, enseguida me matan». Paralelamente, su presencia en la cinta El viaje de sus vidas imprimió un salto cualitativo a su carrera. Este filme del debutante Jules Williamson reserva un papel relevante a la Isla, sostenido en un reparto encabezado por la recientemente fallecida Kelly Preston, esposa de John Travolta. La ciudad de Palma sirvió de set para el rodaje de varias escenas, tanto la Catedral como el famoso espectáculo lumínico del Vuit de la Seu.

Reconoce que «solo pude saludarla, apenas hablamos, pero después de conocer a algunos actores, y no voy a decir nombres, te das cuenta de que en muchos casos su simpatía es una pose, en cambio hay gente que es maja. Y a mí me dio la impresión de que está persona era muy maja». Actualmente, Magnusson acaba de grabar un corto titulado Lo que hay detrás junto al también actor Xisco Ródenas. «Su trama trata con humor surrealista lo absurdos que somos los humanos». Asimismo, está ultimando un guión para hacer «una serie de documentales sobre lugares, leyendas e historias acaecidas en Mallorca, pero con la idea de llevarlos fuera».