El lama Wangchen en el templo Tsongkhapala, de Palma. | Cristina Besa

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Ha pasado por Palma el lama tibetano Thubten Wang- chen, afincado en Barcelona desde hace 40 años, donde está al frente de la Fundación Casa del Tíbet. El motivo de su viaje ha sido encontrarse con los fieles del Centro Lama Tsongkhapa, dirigido por David Novi, para celebrar con ellos el culto y contarles, entre otras cosas, cómo el Tíbet sufrió la invasión de China hasta el punto de que, aparte del más de millón de muertos que hubo, el Dalai Lama tuvo que abandonar el país, lo cual aconteció en 1959. «Porque mi misión como miembro del Parlamento Tibetano en el exilio que soy, también consiste en recorrer el mundo a fin de que nadie olvide este suceso, lo cual originó la salida de miles de tibetanos, dejándolo todo en la tierra que los vio nacer, crecer y vivir libremente hasta este acontecimiento».

El cargo de parlamentario es por elección por parte de los tibetanos que viven en Europa, de los cuales solo 110 residen en España. Y él ha sido elegido por tercera vez, «lo cual me permite luchar pacíficamente, sin usar las armas, para dar a conocer al mundo la realidad del Tíbet bajo la represión china». Según nos cuenta, la invasión de China en el Tíbet fue parecida a la invasión de los bárbaros en el Imperio Romano: pacífica, sin prisas... Los invasores llegaron a través de caminos entre las montañas, anunciando que su intención no era otra que la de ayudarlos. Una vez en el Tíbet, construyeron carreteras diciéndoles que eran para mejorar sus comunicaciones, cuando en realidad las utilizaron solo ellos para facilitar la llegada de sus camiones cargados con soldados y armamento. Y cuando lo consideraron, mostraron su otra cara: la de invasores con la intención de someter a aquel pueblo, cosa que lograron porque ellos tenían la fuerza. Quisieron también apresar al Dalai Lama de forma pacífica, para mandarlo a China como prisionero, pero él, no cayó en la trampa y huyó. Y con él, miles de tibetanos.

Tras la celebración del culto, el lama Wangchen con las personas que asistieron.

«El Tíbet, hoy, sigue siendo bello, tanto por sus gentes como por la Naturaleza –dice Wangchen–. Pero no lo es por la represión que está padeciendo su pueblo, sobre todo los que se quedaron allí, por parte de China, pese a que sus dirigentes digan lo contrario: que hay libertad, que hay templos budistas… Sí, hay templos, pero están muy vigilados, igual que la gente...    Porque todo allí está controlado por los chinos –repite–. No se les escapa ningún detalle, y los tibetanos lo saben… Y ahora, con motivo de los Juegos Olímpicos de Invierno que celebra China, a partir del 4 febrero, los controles son mayores, tanto para los tibetanos que viven en el Tíbet como los que viven en China, pues temen que haya revueltas y manifestaciones, puesto que entre los mil millones de chinos que hay, cuatrocientos millones son budistas. De ahí el gran control que hay, que se hace extensivo a otras religiones. Es más, y volviendo al Tíbet, la represión es tal, que está prohibido en las escuelas enseñar el tibetano, ya que China quiere que todos los tibetanos hablen chino…».

Cuentos de chinos...

En el transcurso de la conversación que mantenemos con él, le recordamos que en una ocasión se declaró no independentista, sino autonomista. Wangchen asiente. «Sí, lo soy… Lo somos, ya que los tibetanos siempre hemos querido dialogar con los chinos. Incluso ahora, desde el Dalai Lama a cualquiera de nosotros, los que vivimos lejos del Tíbet, no estamos pidiendo la independencia, sino la autonomía, aunque políticamente estemos controlados por ellos. Porque nosotros lo que pretendemos con la autonomía –matiza– es poder preservar nuestra cultura, identidad y filosofía y, sobre todo, respetar el medio ambiente, y… ¿Sabe lo que suelo decir cada vez que me refiero al gobierno chino? –suelta una carcajada–, pues digo que no hace más que contar cuentos chinos al mundo… Porque cuentan, entre otras cosas,    que el pueblo tibetano antes de que llegaran ellos era pobre, que carecía prácticamente de todo… Y que gracias a ellos, ahora tiene carreteras, el tren más alto del mundo y bonitos edificios, lo cual es verdad, pero es que lo han hecho para ellos, no para beneficiar a los tibetanos; lo han hecho para traer más camiones con militares y armamento y llevarse lo mejor del Tíbet a China. Y que lo que hicieron con nosotros lo están haciendo con África, a donde han llegado prometiendo trabajo a todo el mundo, ¿a cambio de qué…? Como también hacen con algunos países, a los que les ayudan a pagar la deuda… O les compran puertos…». Finalmente, recordar que Wangchen ha escrito un libro, Lejos del Tíbet, que ha tenido mucho éxito en todo el mundo, entre otras cosas porque su amigo Richard Gere, convertido al budismo, y propagador del mismo, ha recomendado su lectura. «Sí, en este aspecto me ha ayudado mucho. Porque yo, por mucho que hable del libro, nunca llegaré a tanta gente como él, que llega a todo el mundo».

Desde hace tiempo, cuatro indigentes viven en la calle Dolfi, de Can Pastilla.

Indigentes

Seguramente un vecino de Can Pastilla nos envía estas fotos en las que vemos cómo unos indigentes, al parecer extranjeros, se han instalado a vivir en los bajos de un edificio con viviendas de la calle Dolfi. A la vista está que son cuatro, pues cuatro son los colchones que vemos. Imaginamos que los vecinos, sobre todo los que tienen la entrada de su finca al lado del ‘dormitorio’, no deben de estar muy contentos. Por otra parte, nos consta que ya han sido denunciados, pero siguen ahí. Como si fueran cuatro coches, de esos que hay abandonados en las calles de Palma y que siguen en ellas durante meses… Pues que conste.