José Corbacho en el Teatre de Inca. | M. À. Cañellas - miquel a. canellas

TW
1

El humor forma parte de su vida como herramienta terapéutica y como vocación profesional. El cómico José Corbacho actuó este miércoles noche en el Teatre Principal de Inca donde reestrenó un teatro que acaba de cumplir 107 años de historia. Tras una larga carrera en los escenarios y la televisión, y ganador de un Goya como director novel, aparca los shows compartidos para dar paso a su monólogo en solitario Ante todo mucha calma.

No sé si lo sabe, pero usted levantó el telón de este teatro tras una década de reformas y en su 107 aniversario. ¿Es algo especial, no?
– Sí, sí. No me lo esperaba. Cuando buscaba fechas para mi gira surgió la posibilidad de venir aquí y acepté. Me contaron que iba a ser el primero tras la reforma y ¡qué responsabilidad! En una época donde estamos viendo como se cierran teatros es un placer poder volver a abrir uno.

Nunca es tarde para una primera vez...
– Exacto. No recuerdo haber inaugurado ningún teatro. A todos los que he ido ya estaban abiertos así que puedo afirmar que es la primera vez en mi carrera que inauguro uno. Como bien has dicho: ‘Nunca es tarde para una primera vez’.

Sigue girando con su monólogo ‘Ante todo mucha calma’, ¿cómo surge este proyecto?
– Surge básicamente por las ganas de seguir ‘monologueando’. Ya había hecho muchos monólogos antes pero eran proyectos con otros cómicos y con actuaciones de 15 o 20 minutos. Me iba con Santi Millán, Buenafuente o Berto Romero y me lo pasaba en grande hasta que un día pensé que me gustaba tanto este mundo que quería algo propio. Nace básicamente de lo que me gusta subirme a un escenario y de poder hacer reír a la gente y que se olvide durante un rato de sus problemas. No hay más.

Incluso llega a interactuar con ellos durante la función.
– Sí, me gusta que no sea siempre la misma función. No tengo el talento que tienen otros de hacer un espectáculo improvisado pero sí que surgen situaciones durante la representación que me dan pie a hacer humor. Y lo más importante: me río de mí mismo.

¿Cómo fue ese paso de actuar acompañado a enfrentarse al público en solitario?
– Tiene su punto de complejidad. Cuando te subes, miras a los lados y ves que estás solo, te impresiona. Lo que echo de menos es la compañía en las giras pero luego, en el escenario, tienes esa sensación de libertad total. No tienes que dar el paso a nadie. Por ahora no le he encontrado la parte mala a esto.

Habla de hacer reír a la gente pero, ¿qué le hace reír a usted?
– Bueno, en realidad hay muchas cosas que me hacen reír. Creo que el humor y la risa son como la música, depende todo del estado de ánimo. Igual me hacen gracia unas cosas hoy que en una semana no me la harán. Además, el humor tiene muchos colores y nunca sé que color me hará reír.

Con tantos colores humorísticos, ¿tiene límites la comedia?
– Es un tema del que hablamos mucho y tengo que decir que el humor es algo terapéutico y un mecanismo de defensa donde nos podemos reír de todo. Ahora mismo, el teatro se está quedando en un reducto de libertad porque al fin y al cabo estás haciendo un pacto implícito con el público. En los teatros no me encuentro con gente que me recrimine mi actuación pero las redes sociales son un campo de opiniones donde hay de todo y tenemos que lidiar con muchas cosas buenas y malas.