Clientes. La clientela de los castañeros es fiel y variada, compuesta por gente de todas las edades, local y foránea. | Pere Bergas

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Baja el mercurio y su inconfundible aroma impregna el ambiente. Cuando el árbol se desnuda, vuelve la manga larga y, antes de la siesta, los telefilmes navideños nos acunan, las castañas asadas, rebosantes en sus cucuruchos, se convierten en el manjar protagonista de las calles de Palma. Los castañeros montan sus puestos de noviembre a febrero y todos escogen el fruto gallego. Francisco Balderas tiene su puesto en la calle de Sant Miquel desde 1992. Prepara las castañas al carbón, «en unos diez minutos y sin más secreto que darles mucho amor. La clientela se mantiene. A la gente mayor suelen gustarles mucho y los que fueron jóvenes van aficionándose con el paso del tiempo», asegura Balderas, que cuenta con la ayuda de Fabio quien, entre otras labores, en un movimiento repetitivo realiza un corte en cada castaña, «así el aire sale y no explotan».

En su parada se detienen Maribel e Isabel, madre e hija, vecinas de Campos que han diseñado su propia ruta gastronómica para sus visitas a Ciutat. «En Ca na Cati bebemos chocolate caliente, comemos churros, y después paramos a comprar castañas. Nos cuidamos. No te cuides y verás qué te pasa», afirma Isabel, a lo que su madre añade cómo las preparaban antaño: «En casa las asábamos sobre las brasas, sin el perol, y teníamos que sacarlas con unas tenazas. A todos los mayores nos gustan, para el invierno las castañas calentitas son lo mejor».

Palma, Discreto, Castañas
Las vecinas de Campos Maribel e Isabel.

Los turistas también siguen el rastro del aroma del fruto. «Son muy buenas, aquí no fallan. El corte nos ha parecido curioso; en Suiza suele hacerse por la otra cara», atestiguan Maria y Oliver, una pareja suiza que ha visitado en dos ocasiones el puesto de Balderas.

Palma, Discreto, Castañas
Los turistas suizos Maria y Oliver.

Otra clienta le comenta que, dada su ausencia el pasado otoño, no comió una sola castaña. Se marcha y el castañero asevera: «Los clientes son lo mejor». En la Plaça del Mercat se encuentra el puesto de Emilio García. «Empecé hace 30 años. No tenía otra cosa y me dio por ahí. Los clientes siempre son los mismos, excepto los paseantes. A los turistas alemanes les gustan mucho nuestras castañas, las de allí son más amargas que las gallegas», explica García, retirado a sus 70 años y que, cuando se requiere, le cubre el puesto a su hija Gloria. «Trabajo aquí hace un año.

Palma, Discreto, Castañas
Nikolov regenta un puesto de castañas en la Plaça del Marquès del Palmer.

O aprendes a hacer cosas nuevas o te quedas en la calle. Antes trabajaba en el mercadillo, vendiendo frutas y verduras, tengo experiencia vendiendo en la calle», explica Sergio Nikolov, un búlgaro que llegó a la Isla hace una década y vende castañas en la Plaça del Marquès del Palmer.