Los jóvenes alumnos proceden de países de toda Europa y aprovechan su paso por la Isla para hacer turismo. | Pere Bergas

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Suena Tutti Frutti de Little Richard, la sedienta marabunta se acumula tras la barra y el joven Tom Cruise sirve bebidas como si le fuera la vida en ello. En Cocktail (1988) el barman no solo da de beber, sino que ofrece un espectáculo que marca el ritmo de la noche. En una vieja planta baja, encajonada entre dos modernos edificios de la calle Joan Maragall, se encuentra la European Bartender School Mallorca, una escuela de coctelería que atrae a jóvenes de toda Europa hasta la Isla. El negocio forma parte de una red de franquicias con centros en quince países.

«Queremos ampliar y compartir la industria del bartending, además de formar a futuros profesionales. Mallorca es un sitio fantástico, con gente increíble y grandes destilerías», explica Mimi, propietaria de la escuela de Palma. En marzo de 2019, esta joven francesa llegó a la Isla para trabajar como instructora en el antiguo centro de Calvià y, después de que este cerrase sus puertas, el pasado mes de julio decidió abrir su propia escuela.

Intensidad

«Smile! Shake it! Smile!» vocifera uno de los profesores mientras los alumnos zarandean sus agitadores con la música de fondo a todo volumen. Los pupilos se habitúan así al ritmo frenético que impera en los locales nocturnos, donde no suele existir espacio para el descanso.

El curso se extiende durante un mes en el que, según explican algunos alumnos, aprenden a preparar más de 60 cócteles, «y ya bastan, no creo que los metamos todos en la carta», afirma Samuel Muzo, de 20 años, que trabaja en el negocio familiar, el bar Ramon’s del Port d’Alcúdia. «No puedes imaginarte la salida que tienen los cócteles; cada vez hay más gente que los pide y queremos dar un servicio profesional», concluye Muzo. Durante las primeras horas de la mañana se imparten las lecciones teóricas, en las que aprenden las medidas, ingredientes y secretos de cada bebida.

Una vez acabada la teoría comienza la acción. Divididos en grupos, los jóvenes deben completar un circuito compuesto por tres prácticas. En el flair aprenden a hacer malabares con botellas, agitadores y otros utensilios; las botellas se estampan contra el suelo una y otra vez, prueba de que es esta es una práctica imprescindible; en el free pouring intentan vertir las cantidades exactas de cada bebida sin útiles de medición, con el fin de agilizar el trabajo, y en la práctica de barra elaboran los seis cócteles que han aprendido en esa mañana.

Palma, Discreto, Bergas
Mimi da una serie de consejos a un alumno en presencia de otro instructor.

Experiencia turística

Además de ser un curso de coctelería, su paso por la escuela es también una experiencia turística. «Quería ir a Pukhet, pero estaba cerrado por la pandemia. Me hablaron muy bien de Mallorca y decidí venir. Estoy aprendiendo mucho; aunque cada día se trabaja lo mismo hay mucho por pulir», explica la danesa Camila Dirks, a quien le atrae el oficio «porque te permite viajar por todo el mundo».

Los jóvenes se hospedan en el centro de Palma, en un apartamento situado en la calle de l’Argenteria. Durante el fin de semana visitan enclaves turísticos de la Isla y, por las noches, se acercan a los numerosos bares de copas que pueblan Ciutat. «Mi objetivo es abrir un bar de copas en Suiza. Quiero aprender lo básico de coctelería. Creo que es un negocio al alza», declara el joven suizo Arthur Morand.

Otro perfil es el de aquellos que andan en busca de otra profesión. Barce Severin es un joven carpintero marsellés con madera para el bartending: «Me gusta la gente, la fiesta y la noche; me encantaría trabajar de esto en un futuro». «Trabajo en una heladería y lo único que quiero es salir de ahí», declara por su parte Noelia.