En los puestos se puede encontrar gran variedad de productos, cosmetología natural o joyería hecha a mano. | Pere Bergas

TW
0

La artesanía nunca fue un negocio fácil y, a raíz de la crisis derivada de la pandemia, su inseguridad económica se ha acentuado. Acabada la temporada estival, los artesanos de la Plaça Major hablan de un verano a medio gas, con un flujo considerable de visitantes pero que escatima en gastos superfluos.

«Este verano hemos ido a menos de media máquina. Ha habido mucho turismo, sobre todo nacional, que están en la misma situación que nosotros. La gente tenía muchas ganas de viajar, pero no gasta tanto como antes. Para los artesanos es difícil, pero los que no tenemos una tienda física u otro trabajo debemos seguir viniendo a hacer lo que podemos», afirma la artesana Elma Torterolo, cuya percepción coincide con varios de sus compañeros. «Todavía arrastramos el año pasado, en el que casi no trabajamos. Fue horroroso; había días en los que no contabas más de tres personas en toda la plaza».

Por otro lado, un grupo de artesanas denuncia la presencia de un puesto con artículos industriales; en agosto, el regidor de Promoció Econòmica i Ocupació, Rodrigo Romero, ya matizó que la plaza «está distribuida para venta comercial y artesanal».