Carla de la Vega, con un ejemplar de su última novela. | Pere Bergas

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Carla de la Vega (Madrid, 1976) estudió Periodismo, trabajó en el gabinete de prensa de Rodrigo Rato cuando era vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía y, más adelante, cumplió su sueño: viajar y conocer mundo. Ha trabajado como corresponsal para la CNN y medios nacionales en Singapur, Turquía, India, Dubái o Milán. Hoy presenta en el Círculo Mallorquín, en Palma, a las 19.30 horas, su segunda novela, Shakti, parte de cuyas ganancias destinará a proyectos de la ONG ChildsRights.

¿Qué significa Shakti?
— Shakti, en el hinduismo, es la energía femenina, creadora y transformativa, que todos tenemos dentro, tanto hombres como mujeres, y debemos de buscar, capaz de transformar lo negativo en positivo.

También es el título de su nueva novela, en la que trata un tema muy sensible de la India.
— Llegué a la India y me rasgó el corazón. Según Naciones Unidas, 45 millones de niñas no han llegado a vivir porque han sido abortadas al conocer su sexo o las han matado una vez nacidas. Quería hablar de este asunto, pero entendía que debía hacerlo de una forma atractiva para el público general. Se trata de una novela ligera, rápida de leer, de amor y misterio, con el glamour y la espiritualidad de la India, pero que también contiene las atrocidades que allí ocurren.

¿Cuáles son los motivantes del abandono o el infanticidio?
— No quieren tener hijas porque la dote que pagan al novio cuando la mujer o la niña se casa, que en teoría ya no está implantada pero que siguen utilizando, supone un gran coste económico para las familias. Si no dan una buena dote no tratarán bien a su hija y, en algunos casos, cuando no se paga lo acordado, han llegado a matar a la niña. También es un tema religioso. Cuando muere un hindú, el hijo es el encargado de quemar la pira funeraria. Si no tienes un varón, tu alma no va a reencarnarse.

Tras pasar dos años en la India afirma que la ama y la odia con la misma intensidad…
— Totalmente. Amo su mitología, su cultura milenaria espectacular, los saris maravillosos, la espiritualidad, el glamour o sus tradiciones arraigadas. Pero salir a las calles, donde los niños realmente mueren de hambre entre olores y hedores horribles, conocer el drama de las niñas desaparecidas, y ver también cómo se tratan algunos entre ellos, como a un perro por ser de otra casta, hace que no sea capaz solo de amarla.

¿Cómo se documentó para crear los personajes de su novela?
— Con experiencias personales, lecturas, entrevistas periodísticas y contactos. A través de ONGs, entrevisté a mujeres indias que han matado a sus niñas, hablé con teólogos sobre las sagradas escrituras y he conocido a las clases altas en Dubái, donde la mitad de la población tiene su origen en India.

En la India, ¿nacer mujer es una condena perpetua?
— El otro día leía un estudio de Reuters donde afirmaban que la India es el peor país para ser mujer. No sé si el peor, pero uno de los más peligrosos seguro.

Su primera novela, En el harén de Estambul fue un bestseller en Amazon, ¿genera ese éxito algún tipo de presión?
— Un poco, pero lo que más me impactó fue una crítica que salió al principio, con un montaje de mi cara golpeada y apuñalada y con palabras muy duras hacia mí y mi trabajo. Me dio miedo y tardé en volver a escribir.

¿A través de sus novelas les da voz a las mujeres silenciadas?
— Yo no les doy voz, la voz es suya. Lo bueno del periodismo es su capacidad de amplificar; logra que su testimonio llegue más lejos y que todo el mundo pueda conocer su historia. Lo importante es visibilizar y que la cobertura de los problemas se mantenga en el tiempo.