Lorenzo Fluxá y Lisa Jane Cross posan delante de la espectacular piscina con vistas a la montaña del Galatzó, en plena Serra de Tramuntana. | Julián Aguirre

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Lorenzo Fluxá Domené (Barcelona, 1972) pertenece a la cuarta generación de una de las sagas más importantes de Mallorca en los sectores del calzado y el turismo. Su bisabuelo Antoni Fluxá i de Toninaina Figuerola fundó en el siglo XIX la fábrica de zapatos que daría lugar a todo el entramado empresarial. Su abuelo Lorenzo Fluxá Figuerola compró Viajes Iberia. Su padre, Antonio Fluxá Rosselló, dedicó toda su vida a mantener Lotusse en los más alto. Sin embargo, Lorenzo Fluxá no ha seguido los pasos de su padre, sino que ha dedicado sus esfuerzos al mundo del turismo. Es el propietario junto a su mujer, Lisa Jane Cross, de LJ Group dentro del cual se engloba el LJ’s Ratxó Eco Luxury Retreat, un alojamiento (a ellos no les gusta la palabra hotel) que han desarrollado en los últimos tres años y que abrió hace cinco meses.

¿Nunca pensó en seguir los pasos de su padre?
—Siempre me atrajo más el mundo del turismo que el del calzado, aunque curiosamente realicé el proyecto de fin de carrera en Estados Unidos, donde estudié dos grados, Administración de Empresas y Marketing en New Hampshire, sobre cómo implantar una fábrica en Asia y comercializar en Europa y viceversa. Hubo un tiempo que sí me interesó ese mundo, pero luego me enganchó el tema turístico.

¿Cómo se conocieron?
Lisa: –Los dos estábamos trabajando en el sector del turismo en Tenerife. De eso hace más de 23 años, y hemos tenido cuatro hijos, entre 16 y 11 años, Lorenzo, Lisabel, Lucas y Luna, pero son nombres compuestos: Lorenzo James, Lisabel Jane, Lucas Jack y Luna Jasmine. De ahí se forman las iniciales de nuestro grupo LJ’s: la ‘L’ de Lorenzo y Lisa y la ‘J’ de los segundos nombres de nuestros hijos.

Cuéntenme el germen de este proyecto en Puigpunyent.
Lisa: –Fuimos a un cumpleaños de una amiga de Lisabel a Reserva Park y el lugar nos encantó. Poco después nos llamaron diciendo que tanto la Reserva como el hotel que había por entonces estaban en venta...
Lorenzo Fluxá: –...Lisa desde 1994, y yo desde 1996, trabajábamos en el sector turístico en la contratación de diferentes touroperadores. Nos gustaba hablar de cómo sería nuestro hotel perfecto, que para empezar no lleva el nombre de hotel. Tiene que tener todo el servicio de un hotel, pero donde el cliente se sienta como en casa. Tranquilidad absoluta y cuidado del medio ambiente han sido las bases de este proyecto, que está sin terminar porque somos muy ambiciosos.

¿Cómo se dividen el trabajo?
—Yo siempre tengo la última palabra: «Lo que tú digas, cariño». (Risas de ambos). No, en serio. A mí me toca viajar más y Lisa se ocupa más del día a día. Nos complementamos muy bien. A mí me gusta mucho estar en la obra, trabajar en equipo y Lisa se encarga del huerto y ha hecho un trabajo increíble con la decoración. Ahí se nota que los pequeños detalles hacen la diferencia.

¿Pesa ser un Fluxá?
—Desde pequeños mi padre nos inculcó (Lorenzo tiene tres hermanos) el sentido de la responsabilidad, pero no en cuanto a los resultados de la empresa, si se ganaba 1 ó 2, sino con las personas. Lo más importante eran los trabajadores y, hoy en día, con empresas internacionalizadas con miles de trabajadores, siempre sale en los consejos de administración ese asunto de la responsabilidad con los empleados.

¿Con qué tío tiene más feeling?
—Trabajé mucho con mi tío Miguel y ahora por cercanía tengo más contacto con Lorenzo. Lo destacable es tener a un padre y a dos tíos que, siendo tan diferentes, cada uno con su empresa hayan tenido un éxito increíble. La mayor dificultad de mi padre y su gran logro fue mantener y mejorar la empresa en un momento en el que se pasaba del trabajo a mano a la industrialización. No sólo la mantuvo sino que abrió nuevos mercados, como en Asia, y manteniendo la calidad hecha a mano desde Mallorca. He leído que sólo hay tres empresas en Europa con estas características.

¿Qué destacaría de sus tíos?
—Ambos han sido visionarios en su terreno. No hay más que ver la visión del tío Miguel con la expansión del turismo, pero también el tío Lorenzo al montar una empresa de calzado en 1975, con la democracia sin estrenar, con un concepto de mucho diseño, moderno... hasta ser una de las marcas más conocidas de Asia.

Poco tiene que ver el concepto de una cadena como Iberostar con el suyo de Puigpunyent.
—Iberostar está apostando muy fuerte en esa ‘ola del cambio’ de la sostenibilidad, pero qué duda cabe que aquí lo podemos llevar hasta el extremo.

Usted es un apasionado de los coches, pero su padre nunca le compró un coche de carreras.
—Es cierto. Hasta los 28 años no tuve mi primer kart, cuando me lo pude comprar. De pequeño no lo entendí, pero ya siendo mayor sí, y se lo agradecí.

Pero sí que ha metido el ‘veneno’ de los coches a sus hijos.
—Sí, todos compiten salvo Lisabel, que tiene vena artística. Lorenzo es todo trabajo, Lucas, talento y Luna es una mezcla de ambos.

¿Cómo interfieren sus estudios en las carreras?
—Sólo corren si sacan buenas notas. Eso es lo primordial. Pero el hecho de competir y de tener que estar tan concentrados es muy beneficioso a la hora de estudiar.

¿Sufre más que disfruta?
—Sufro tanto como disfruto. Sueño con hacer las 24 horas de Montmeló con ellos, pero a mis hijos les gusta más la velocidad, la Fórmula 1, que la resistencia.