Mujeres que dejaron de usar la prenda durante el confinamiento se mantienen en ello por una cuestión de comodidad.

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Iris Luque empezó a dejar de utilizar el sujetador cuando llegó a Mallorca en el año 2016. La madrileña de 28 años explica que su proceso de cambio fue algo orgánico: «Al principio dejé de llevarlo solo en verano con vestidos que tenían la espalda abierta o que eran anchos. A partir de la primavera de 2017 lo fui abandonando poco a poco hasta que llegó el invierno y me di cuenta de que no lo necesitaba». Pero no es la única. El confinamiento durante la pandemia del coronavirus ha transformado la relación de las mujeres con el sujetador, son muchas las que ahora prescinden de él. No por reivindicación, sino por «comodidad».

Dejar de utilizar esta prenda ha permitido a Luque tener «más movimiento, más comodidad y más conciencia de las formas naturales del cuerpo». Es más, asegura que ha ganado autoestima: «Aprendes a mirarte y a aceptarte», afirma. De hecho, aunque el sujetador ha sido durante décadas un símbolo de empoderamiento femenino, hoy en día no se puede considerar uno de los principales problemas de las mujeres. El feminismo va más allá de una prenda de ropa interior.

Son generaciones y generaciones de mujeres las conocen que dejar de usar sostén tiene muchas implicaciones sociales. Con la explosión del movimiento hippie y la segunda ola del feminismo tuvo un papel político esencial. Tanto es así, que en 1967 la diseñadora Rudi Gernreich creó el 'no sujetador', una prenda sin aros metálicos y confeccionada con una tela transparente. Un año más tarde, el siete de septiembre de 1968 en Estados Unidos más de un millar de mujeres protestaron contra el concurso de Miss América y se desprendieron de los «instrumentos de tortura», entre ellos sujetadores, fajas y corsés, y los depositaron en un cubo al que llamaron «basura de la libertad». La imagen dio la vuelta al mundo en boca de los medios de comunicación que aseguraron que los habían quemado. La verdad es que eso jamás ocurrió.

Protesta en Estados Unidos contra el certamen de Miss América.

Aunque todavía queda mucho por hacer. Los médicos y profesionales de la salud también optan por una filosofía más laxa en cuestión de sujeción. El jefe del Servicio de Obstetricia y Ginecología de Son Espases, Octavi Córdoba, señala que el uso del sujetador es una cuestión «cultural». Desde su punto de vista «muchas mujeres se sienten presionadas a utilizarlo por la sociedad, pero no hay ningún fundamento médico». Córboda explica que el sostén «en determinados momentos de la vida, como tras una intervención mamaria, puede ser útil». Eso sí, considera que las mujeres tendrían que escoger llevarlo en su día a día «por comodidad y no por imposición».

Respecto a los daños que puede provocar el uso del sujetador, aclara que «no es perjudicial para la salud ni va a aumentar la probabilidad de sufrir cáncer». Eso sí, el médico asegura que es fundamental encontrar la talla adecuada para evitar molestias: «Para las mujeres con mamas muy grandes es complicado conseguir modelos de su talla». «En estos casos es imprescindible que la copa sea grande y la cinta muy ancha para evitar la presión en los hombros», concluye el especialista.

El jefe del Servicio de Obstetricia y Ginecología de Son Espases, Octavi Córdoba y la psicóloga sanitaria y jurídica Margalida Serra.

Desde el punto de vista psicológico, la psicóloga sanitaria y jurídica Margalida Serra apunta a que durante muchos años la ropa interior ha estado vinculada a la parte erótica y con los años los cánones de belleza establecidos han ido evolucionando. «Es una cuestión estética, el sujetador no tienen nada de cómodo ni sano», afirma. «El braless no es tanto una reivindicación feminista sino una cuestión de autoestima. Permite ver los cuerpos reales, nos han vendido durante muchos años que teníamos que tener todas un pecho basado en un estándar y eso es opresión, como lo pudo ser el corsé o la faja», explica. Serra considera que esta corriente tiene un «efecto positivo a nivel de autoestima».

Zanjado el debate sobre si es bueno o no, las feministas dejan claro que la elección de usar o no una prenda debe ser personal y nunca una imposición. «Es un corsé estético que nos marca el sistema. Las mujeres tienen imposiciones sociales mucho más estrictas, llevarlo o no tiene que ser una decisión personal», asegura Anabel Riveras, coordinadora de FeminisMés. En este sentido, y respecto sobre si se ha sentido incómoda en algunas ocasiones, Luque indica que «según con qué prendas sí que ha habido miradas lascivas de hombres, aunque por parte de otras mujeres nunca he sentido eso». Y es que, tal y como señala, «muchos hombres se piensan que no llevas sujetador por excitarles, cuando en realidad es por una decisión personal». Aun así, la joven se muestra optimista con el cambio de mentalidad que se está produciendo en la sociedad y considera que el movimiento braless «es positivo porque va a ayudar a que cada vez sea algo más normal».

La periodista Iris Luque y la coordinadora de FeminisMés, Anabel Riveras.

«Este no es el problema principal del feminismo», asegura Riveras. Y aunque el debate debería estar zanjado desde hace años, tal y como ocurrió con el bulo de la quema de sujetadores, algunos intentan recurrir a una prenda de ropa para desviar la atención para olvidar los verdaderos problemas de las mujeres: la corresponsabilidad en las parejas con hijos tras la pandemia, la brecha salarial o la violencia de género, entre muchos otros. Riveras recuerda que estos movimientos nacieron en Estados Unidos y tienen «muchas contrasentidos». Y añade: «Vienen de un país donde se reivindica dejar de usar el sujetador pero también vuelven a prohibir el aborto», lamenta. Hace solo una semana Texas aprobó una ley que veta prácticamente el aborto, ya que no contempla casos de incesto o violación.

La realidad es esa. Más allá de una prenda de ropa interior, son muchas las mujeres que siguen viviendo en situación de desigualdad. Por tanto, tal y como pide Riveras, más allá de un movimiento social «hay que luchar por las cosas que de verdad son importantes para el feminismo y mantener los derechos que tanto nos han costado conseguir».