Durante su semana de estancia, los voluntarios crean fuertes lazos con los niños y los trabajadores del orfanato: juegan con ellos y les ayudan en todo lo necesario.

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Durante la primera semana de agosto, los mallorquines Núria Pacheco, Toni Arbòs y Miguel Ángel González viajaron a Tanzania como voluntarios en el centro comunitario Amani Children’s Home, ubicado en el pequeño pueblo de Mtwango, residencia de casi medio centenar de niños de hasta 15 años. Con el centro colabora la ONG Juntos Mola Más que, durante todo el año, organiza viajes a sus distintos proyectos.

«Se crea un vínculo muy especial con los niños, muy mágico; viajas pensando que vas ayudarles y al final son ellos los que más te aportan», afirma Núria Pacheco, que explica sus distintas labores en el centro. «Allí lo das todo: juegas con ellos, cocinas, pintas una habitación o plantas un huerto. El objetivo es introducirse en su día a día y ayudar en todo lo posible».

Los viajeros destacan el choque cultural y señalan que el estrés y la noción del tiempo no existen en el pueblo de Mtwango.

Los mallorquines convivieron con otros ocho voluntarios de toda España, «un grupo de gente con el que generas una estrecha relación».

‘Pole’, ‘pole’

Aunque los viajeros destacan la falta de insfraestructuras y el mal estado general de las viviendas del pueblo, coinciden en que, en ocasiones, menos puede ser más.

«Tienen un estilo de vida muy distinto; transmiten valores que nosotros perdimos hace tiempo», explica Miguel Ángel González, a lo que Toni Arbòs añade: «Ellos dicen mucho pole, pole que, en swahili, significa ‘despacio’ o ‘sin prisas’. No existe el estrés, ni la noción del tiempo tal y como nosotros los conocemos; paseas por el pueblo y ves a todo el mundo con una sonrisa de oreja a oreja. Parece una suerte de conformismo feliz y sano».

Palma, Discreto, Tanzania
Núria Pacheco, Miguel Ángel González y Toni Arbòs. Foto: PERE BERGAS

Al mismo tiempo, en actitud prudente, los tres reconocen que su percepción puede estar sesgada: «Hablamos de lo que vimos en Mtwango, no de toda Tanzania, por supuesto».
A pesar de que «la experiencia supera las expectativas con creces», los tres están de acuerdo en que la despedida es un momento muy difícil. «Nuestro hostal parecía un cementerio. Nadie quería decir nada; te das cuenta de que no vas a volver a verlos», comenta González. Recomiendan el viaje a quien, «tenga una mentalidad abierta y capacidad de adaptación. Tú te apuntas a la aventura, no sabes muy bien qué te va a pasar o qué vas a hacer, y esa es la magia de la experiencia».