Diego Marqués se gana la vida reparando tocadiscos, amplificadores, pletinas de cassette y otros aparatos vintage. | Teresa Ayuga

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Si a orillas de los años 90 alguien hubiera dibujado un futuro repleto de teléfonos capaces de almacenar cientos de discos, le habrían puesto una camisa de fuerza. Lo hubieran tomado por un loco. En aquellos días, en los que el discman le comía terreno al walkman, a nadie se le pasaba por la cabeza pagar el café con un terminal. Pero los 90 se disiparon, y hoy todo lo que huele a analógico se ha convertido en poco menos que una rareza botánica.

Con todo, la música analógica sigue estando muy viva y es, para muchos, su opción favorita. Pero ¿tiene sentido mantenerla en plena era digital? «Hay un factor sentimental en la recuperación de los equipos analógicos, pero también existe otro factor relevante: ofrecen mejor calidad de sonido», explica Diego Marqués, de Hi-Fi Reparación, un comercio de Es Secar de la Real especializado en la reparación de equipos de audio doméstico y profesional.

El cedé arrinconó a aquellos viejos vinilos que parecían rayarse con solo mirarlos, se estimaba que no ofrecían las comodidades del incipiente soporte. Pero una cosa es la calidad que brinda el disco compacto digital, que lideró las ventas físicas hasta la irrupción de Internet, y otra muy distinta la que ofrece la música descargada en formato MP3. «Hoy, la gente coge el teléfono y se enchufa una canción en MP3 y no sé qué decirte…», desliza con ironía Diego. Pero, ¿qué hace mejor la experiencia analógica? «Hay frecuencias que por lo digital quedan recortadas, y eso empobrece el sonido».

Dictadura

Hoy, en plena dictadura del streaming, la compra física ha dejado de ser una prioridad para una gran parte de los consumidores, y la cifra de ventas de cedés están a años luz de la cantidad que se despachaba hace apenas dos décadas.

Nostalgia y anecdótas

Por contra, el renacimiento del vinilo sitúa las ventas de elepés por encima de la de los cedés. «El vinilo está viviendo una segunda juventud», afirma este profesional con 30 años de experiencia. De ahí que muchos melómanos decidan adquirir un tocadiscos. Otros, en cambio, «reciclan el que tenían en el armario, y cuando se dan cuenta que no funciona me lo traen».n No cabe duda que la nostalgia desempeña un papel determinante en la recuperación de viejos aparatos de reproducción musical. «Algunos clientes me traen radios para reparar y me dicen que era el transistor que usaba su abuelo, y le trae muchos recuerdos». Cada aparato tiene su propia historia, y ese anecdotario en ocasiones es muy potente: «Una vez me llegó un cliente con una radio antigua, de lámparas, y me explicó que era de la época de la Guerra Civil. Por lo visto, la enterraban de día en un baúl y la sacaban de noche a escondidas para escuchar las noticias», explica este profesional que presta servicio a clientes de «cuarenta y tantos años en adelante».