Miquel Àngel Albis, con su primera novela. | Esteban Mercer

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Miquel Àngel Albis (Pollença 1967) pertenece a una familia de artistas. Sus padres han dedicado su vida al teatro, de aficionados, y a la música. Su madre, María Vives, es una conocida maestra del bordado mallorquín pero, si lo hubiera deseado, habría sido una gran estrella del cine y la música pues a su talento se unían una voz portentosa y un físico privilegiado. Optó por crear una familia junto a Jordi Albis, bancario jubilado y artista hasta la médula. Sobre los escenarios no tenía rival. Son padres de tres hijos, el mayor, Jordi, es filólogo; Miquel Àngel, el protagonista de esta entrevista; y Neus Albis, la conocida periodista de IB3 TV. Es importante contextualizar familiarmente a Miquel Àngel antes de leer esta entrevista, porque es una especie de constelación hecha a través de una novela deliciosa titulada Obre la porta. Un fondo común, un crowdfunding entre sus amigos, ha hecho posible su publicación.

¿Es una novela autobiográfica?

– Es una novela muy transparente y seguramente una gran parte sea biográfica. El anclaje en la realidad y en mi entorno me ayudaba a poder solucionar el gran problema de poner nombre a los personajes o atribuirles un físico. Soy, mejor dicho, cuando comencé la novela me sentía un intruso, ya no. Ahora estoy trabajando en una serie de relatos cortos que giran en torno al concepto del tiempo. Creo que tengo por delante vida suficiente para poder incorporar a mi bagaje un nuevo lenguaje.

¿Todavía pinta?

– Desde hace dos años estoy trabajando pictóricamente el concepto del tiempo, y los relatos hablan del tiempo también estableciendo vínculos entre pintura y escritura. Es como un juego.

¿Cómo comenzó a escribir la novela que hoy presenta?

– La idea primogénita ya existía antes de 2004, la de una persona que se autoconfina en su casa. Es el leimotiv de todo el libro, como una premonición de lo que llegó en 2020. Mi padre leyó el libro durante el confinamiento en el ordenador de su casa. El caso es que él quería ser el padre del protagonista. Que la novela fuera mi biografía, que su retrato fuera positivo ayudaba. En cambio mi madre no lo quería de ninguna manera, porque el retrato de la madre del protagonista no es muy amable. El caso es que todo lo bueno y malo que hayan hecho es lo que nosotros proyectamos en nuestros hijos, equivocándonos o acertando como ellos, y llega una cierta edad en que la relación con los padres, si tu también eres padre, acaba convirtiéndose en perdón u olvido. Valoras lo que han hecho por ti, y ves cómo son como abuelos. El libro es como el ciclo de la vida, me permitía ser el narrador que todo lo ve y todo lo sabe y también ser el protagonista que escribe en tercera persona.

¿Cómo consigue que sea tan bonita la historia?

– Tirando de un hilo, sin saber dónde acabaría, cual sería el desenlace final, y fue tan sorprendente para mi como lo es para el lector. Al acabar de escribirlo se lo mandé a mi hermano, que es filólogo en literatura catalana, escritor inédito de la UIB, y le pedí que valorara si había escrito un libro o no. Me dio su aprobación y entonces tiré hacía adelante con el crowdfunding.

Usted es maestro…

– Sí, profesor de diseño en 2º de bachiller. Siempre les digo a mis alumnos que diseñen cosas que sean posibles de realizar… No hay nada sencillo, incluso las personas aparentemente más simples son grandes personajes. Raimon, el protagonista, es dubitativo, contradictorio, temeroso, inseguro y frágil, es una persona humana, como todos.

¿Podría escribir toda su vida?

– Sin duda, incluso este libro podría haberlo continuado hasta el infinito. O darle una continuidad, por qué no. Es curioso lo diferentes que son los procesos creativos de la pintura y la escritura. En pintura acotas el problema a un espacio de papel o tela, sin embargo a medida que escribes el problema va haciéndose más y más grande. Quiero que un día ambas disciplinas se encuentren en un mismo espacio.

Si todo esto lo mezclamos con sus otras facetas en la vida ¿qué sale?

– También canto en una coral y fui vocal de un grupo de música rock, hago teatro y estoy preparando una obra escenográfica que va a relacionar a Joan Brossa con Miquel Costa i Llobera. Me gusta tocar muchas teclas.

¿Qué pertenece a sus padres de sus éxitos personales?

– Son padres exigentes, y yo también lo soy. Mire, cuando yo tenía veintipocos años, mi padre me vio muy confuso y me llevó de excursión. Quería vivir de la pintura. Fuimos solos a Cala Boquer y allí, en ese lugar mágico y solitario frente al mar, me intentó convencer de que la enseñanza, me permitiría tener un sueldo fijo y una seguridad para poder dedicarme a muchas otras cosas. En aquel momento renegué de ello pero ha sido una gran lección de vida.

¿Qué lección de vida le ha dado su madre?

– Mi madre es la artista de la familia. Es Mestre Artesana de Brodat Mallorquí, es súper creativa. Hace bien todo lo que se propone. Si hubiera vivido su juventud en esta época es obvio que no sería un ama de casa. En cambio mi padre es muy pragmático, cuadriculado y realista. Este cóctel está en el libro, y lo está en mi vida. Eso sí, una vez superada la etapa de rebeldía, de excesos, y una vez recuperada la confianza, este tándem lo he visto reflejado en mí. Piense que hay gente que nunca llega a crecer del todo. Crecer es sufrir, es un gran esfuerzo del que sales muy tocado psicológicamente. Yo he tenido una familia que me ha apoyado, y en mi caso Marisa, mi mujer, que para mi lo es todo.